domingo, 6 de abril de 2014

Dos mil trescientos aforados La cifra, ciertamente de escándalo, la proporciona el diario El País, al dar cuenta de la queja que hacen los jueces por su excesivo número –el de aforados, no el de jueces. A ese pozo casi sin fondo acaban de ir a parar la Reina, don Felipe y doña Leticia, como tres pasajeros más de esos vuelos de bajo coste. Los jueces dirigen sus críticas, sobre todo, a un estado de cosas, el autonómico, que s el que crea esa diferencia entre españoles de primera y de segunda, los que van a juzgados corrientes y los que sólo pueden ser conducidos a juzgados especiales o de primera. Lo escandaloso es ese número, 2.400 pero también el número de los aforados que están imputados por distintas causas, en su mayor parte, en casos de corrupción: veintiocho. O dicho de otro modo, que se han valido de su condición de “autoridades o representantes públicos”, para defraudar, robar, timar y aprovecharse de su condición para abusar de los dineros públicos y de sus congéneres privados. Lo malo es quién pone el cascabel al gato: Quién podría decidir, y hacer posible, que los 2.400 se redujeran a doscientos o trescientos. O tal vez a dos o tres docenas, nada más.¿Para qué más aforados? ¿Qué necesidad hay de esa condición? Si la Reina ha podido ser reina durante cuarenta años sin necesidad de aforamiento, y Urdangarín y doña Cristina no han podido “gozar” de aforamiento, ¿para qué servirá que los tres Fabra –sin ir más lejos- o sea, el presidente autonómico, el expresidente de Castellón y la diputada Fabra-, dispongan de esa condición que no alcanzan a tener los trabajadores de diez y quince horas diarias durante treinta o cuarenta años de su vida? Esa y no otra es la condición excepcionar de un ciudadano: su capacidad de crear riqueza para bien del país… Pero, políticos y aforados debiera ser una contradicción “in términis”. El indultado, ahora que salen de las cárceles algunos presos por causa de las procesiones de Semana Santa, son otro fenómeno nacional digno de una revisión profunda, y acaso de su desaparición definitiva. ¿Qué necesidad hay de que el poder político enmiende las decisiones de los tribunales y jueces? ¿Y qué necesidad hay de que un “personaje” , como Del Nido o el torero esposo de “la más grande” puedan esperar semanas, y hasta meses, para entrar en prisión cuando ya está dictada la sentencia firme?. ¿Son culpables o inocentes? Pues a la celda o a su casa, como cualquier hijo de vecino… Y por muy amigo que uno sea de Gallardón. Es curioso, que el comisario Ollie Rehn le ha dicho a las autoridades francesas que deben acometer reformas “como las que ha hecho España”. Los “franceses de Hollande” están pasando una mala racha, como ya empezaron a pasarla cuando eran “los franceses de Sarkozy”. Los italianos de Renzi tampoco quieren ser como los italianos de Berlusconi. Resulta evidente, en ambos casos, que e nombre de su jefe de gobierno (en Italia) o de su presidente (en Francia), los asemeja y los diferencia sustancialmente. Los dos países, puntales de la Unión, han pasado o pasan por momentos apreciablemente mejorables, como ha sucedido con la situación española. Aquí han comenzado a enderezarse las cosas, pero aún queda mucho desierto que recorrer, y parece prematuro que alguien nos ponga como ejemplo a imitar…, por mucho que a Rajoy se le hinche el pecho de satisfacción y orgullo… Hay muchísimos ciudadanos que opinan, u opinamos, como lo hace Monago, presidente extremeño, que Artur Mas hace muchísimo tiempo que ha quebrado la ley, una ley inquebrantable llamada Constitución. ¿Tiene bula, este señor? Pues tal parece, que cuanto más lejos vaya uno en sus bravatas y despropósitos, más bula tiene para conculcar lo más sagrado. Entre otras cosas, y sobre todo, porque en el poder a alguien suele temblarle la mano de firmar decretos de sanción… JOSÉ CAVERO

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