sábado, 19 de marzo de 2011

LA OPOSICIÓN CRITICA EL ARDOR DE COMBATE DE ZAPATERO

EL BELICOSO ZAPATERO.- Como insistente y acérrimo combatiente contra la invasión de Irak decidida con Bush y Blair por su antecesor Aznar, a Rodríguez Zapatero se le vigila cualquier movimiento que desdiga ese presunto pacifismo del que dio buenas pruebas en su condición de líder opositor, y en los primeros tiempos de su mandato presidencial. En los años sucesivos, cualquier decisión sobre envío de tropas españolas a lugares de conflicto, Zapatero ha tenido que especificar y aclarar que se ha tratado, en cada caso, de participar en “misiones de paz de las Naciones Unidas”, por contraposición a la aventura irakí. Zapatero ha tenido que explicar una y otra vez en el parlamento la diferencia de “la guerra de Aznar” y sus propias “guerras-misiones de paz”. Ahora mismo, cuando se está decidiendo el grado de intervención de España en la actuación contra el coronel Gadafi, Zapatero se ve en la necesidad de acumular argumentos, una vez más: es tan sólo participar en una misión internacional como consecuencia de una resolución de las Naciones Unidas surgida como respuesta a las violaciones de los derechos humanos cometidas por el régimen de Gadafi. Pero, incluso en estas circunstancias tan evidentes, sus adversarios políticos no cejan en atribuirle una beligerancia “excesiva”, a la hora de situar la fuerza militar española –bases, aviones, barcos de guerra- a disposición de quienes se unen para impedir que Gadafi no sólo ataque a sus propios compatriotas, sino que, además, y tal como venía sucediendo en las últimas semanas, logre redituarse al frente del país y de un régimen dictatorial que ha durado más de cuatro décadas continuadamente, y que aspira a convertirse en una especie de monarquía hereditaria. El coronel Gadafi se ve reforzado en este combate contra sus amigos-compatriotas, con el “heredero” Gadafi hijo, y ambos vienen proclamando su disposición a morir matando, si es preciso, para mantenerse en el poder a cualquier precio. Zapatero, que se inició en esta guerra señalando que Gadafi nada tenía ya que hacer, rechazado por su propio pueblo, ahora parece haber tomado una cierta iniciativa y haber situado su propia actuación personal entusiasta “contra el malo”, Gadafi… Y eso es, precisamente lo que, en este instante, le está valiendo los reproches de sus adversarios políticos: Este Zapatero es un convencido de la conveniencia de aplicar el rigor al régimen de Gadafi, con el que, como los restantes países europeos y mundiales, hicieron negocios durante años. Y no dudan en criticar con severidad los “ardores bélicos” del antiguo pacifista. ¿Esta guerra es diferente a cualquier otra guerra? Y ahí, nuevamente, Zapatero y sus colaboradores, Rubalcaba, Chacón, Jiménez, deben esforzarse en recordar que hay dos circunstancias que motivan y condicionan la intervención que ahora brinda España: Se trata de terminar con el caudillo que ha atacado a su propio pueblo, y de hacerlo bajo la bandera y las instrucciones de las Naciones Unidas, convertida, nuevamente, en el auténtico Gobierno universal. Dos situaciones que fuerzan a distinguir esta intervención de las que impulsaron los integrantes del trío de las Azores, Bush, Blair y Aznar. Nada que ver, una cosa y la otra…

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