Aun quedan conspiradores. Los diarios de este 11-M, once de marzo, están llenos de historias, relatos, recuerdos y consideraciones del 11-M original, el de hace diez años. Hay, sobre todo, una novedad destacar, que las asociaciones de víctimas, esta vez, por fin, aparezcan más o menos unidas, aunque siga habiendo voces disonantes, como la de Angeles Pedraza, presidenta de la ATV que opina que “El 11-M está aún sin resolver». ¿Qué quiere resolver doña Angeles? ¿Aún sobreviven las tesis conspiranoicas, ya sin el pastor Pedro Jota? Hay que ver qué cosas han dicho, en esta década pasada, Pedro J y alguno de sus secuaces, como Federico Jiménez Losantos. Da espanto revisar ahora aquella cantidad de injurias e infamias. Pero hay que tener en cuenta lo que también sostuvieron Aznar, Acebes y Zaplana, desde altas responsabilidades en el ejercicio del Gobierno. Otras voces del momento son más razonables, como la de Mari Mar Blanco: «Hay principios irrenunciables: verdad, memoria, dignidad y justicia». Y más discutibles, como la de la presidenta de la asociación de ayuda a las víctimas, Ángeles Rodríguez, que entiende que «El 11 de marzo marca el inicio de la democracia en España». Nada menos, Por fortuna, la democracia existía antes y gracias a ellos se resistió el durísimo ataque de los terroristas inspirados por Al Qaeda y de quienes tenían a su cargo la defensa de os españoles –el Gobierno de Aznar- y no estuvieron –en investigación policial, en prevención de lo que se estaba preparando-, a la altura de las circunstancias, como le gusta decir a Rajoy. Lo dicho, diez años después, va siendo hora de que Aznar, Acebes, Zaplana y otros cuantos reconozcan sus errores y pidan disculpas. Ahora mismo, el mundo está conmovido por otra tragedia mucho más reciente, la del avión malasio perdido en el mar y rodeado de misterios. A partir de esta misma mañana, cuando se ha tenido noticia del descubrimiento de un iraní con uno de los pasaportes falsos, es posible que empecemos a tener algunas nueva pista sobre qué clase de misterios transportó el Boeing 777 con destino a Pekín. De momento, nada menos que diez países se reparten por esa zona del mundo buscando en el mar el avión malasio desaparecido el sábado pasado. Pero, curiosamente, parecen antes los vivos con pasaporte falso o robado que las víctimas mortales de la tragedia… De momento, ese famoso 777 está pasando a la historia de los grandes misterios, de los aviones “esfumados”, desaparecidos sin dejar huella. Mientras tanto, olvidamos Ucrania y Crimea. Rusia avanza sus peones, para la consulta del próximo referéndum, el más rápido de anuncio y ejecución de los que se conozcan en el mundo. Cuatro días nos separan de esas urnas cuyos resultados ya venimos conociendo desde hace semanas: Putin ha decidido apoderarse del archipiélago, despreciando el derecho internacional y las normas de funcionamiento del mundo. Pone de relieve hoy El País que España –su gobierno- en ningún momento se ha mostrado a favor de sanciones a Moscú porque tiene importantes intereses económicos pendientes de las autoridades rusas. Entre otras cosas, España quiere construir el tren de alta velocidad entre Moscú y San Petersburgo. ¿Vamos a despreciar esa posibilidad hablando mal de un autócrata, dictador y peligroso elemento llamado Vladimir Putin? Rajoy ha pospuesto, una vez más, la designación de la cabecera de cartel del PP para las elecciones al parlamento Europeo. Cañete, o quien finalmente sea, tendrá que esperar. Algún cóctel o presentación de producto lo mantendrán entretenido, mientras tanto… Más madura parece ya otra designación, la del sucesor de Rouco Varela, donde también las cosas de palacio han ido muy, pero que muy despacio. Varela, que en su momento sucedió a Blázquez, parece que se verá ahora sucedido por Blázquez, curiosamente., Por el “tal Blázquez”, como despreciativamente lo llamó Arzalluz. Aquel Blázquez parece que era más conciliador y relajado que el gallego Rouco, a quien parece que ha costado esfuerzos espectaculares, hasta del mismísimo Papa, para despegar de su asiento presidencialísimo… JOSÉ CAVERO