miércoles, 19 de marzo de 2014

Los distintos frentes de combate Nos descubre hoy ABC que la guerra civil española se decidió en el frente del Ebro. ¿En qué frente se decidirá la reforma fiscal anunciada? ¿Quién impondrá sus tesis sobre el particular, Lagares, Montoro, Guindos, Rosell o Arriola? ¿En qué frente se decidirá la consulta catalana? ¿En el Congreso, en la Constitución, en argumentos económicos como el veto a seguir en la Unión Europea y utilizando el euro, o con el boicot a productos catalanes? ¿En qué frente se resolverá la ley del aborto que apadrina Gallardón con escaso éxito y mucha controversia, incluso interna? ¿En el propio gobierno del PP, en su grupo parlamentario, en las encuestas que suele manejar el Gobierno para uso privado, en la opinión pública? Todo tiene frentes de combate, más o menos cruentos y visibles. En Ceuta y Melilla es evidente la existencia de esos frentes: están en la valla, en las fronteras físicas. En los últimos tiempos, y tras la muerte de quince subsaharianos en la llegada a la tierra que combate contra su llegada, y tras el varapalo de la comisaria Malmstrom, da la impresión de que las autoridades españolas están tirando la toalla. Que en una sola madrugada hayan traspasado la verja quinientos “aspirantes” parece demostrativo de varias cosas: la valla no es contención suficiente, por muy reforzada que se anuncie y que esté, el afán de escapar de la guardia marroquí y del hambre africana pone alas a los deseosos de escapar hacia el norte. Y que será preciso buscar otros remedios, como la colaboración con los países que más hombres “exportan”. Muchas veces se ha dicho que la cooperación para el desarrollo, las ayudas al tercer mundo, también habrían de tener ese tipo de efectos disuasorios para el joven que no halla alicientes en la propia tierra y los busca en la Unión Europea de los telediarios… A Fernández le parece que es suficiente medida el cese en el cargo del Tejero hijo que homenajeó con una paella, en un cuartel, a su padre golpista. Casi todos hubiéramos pensado que un elemento de esa naturaleza, por supuesto, no merece cargo de confianza de ninguna clase, pero además, que bien podría verse sin galones, tricornio ni traje verde. Pero también se ha reclamado alguna responsabilidad para quien debe estar informado, y al cabo de la calle, de cuanto sucede en los cuarteles, y no se enteró, o no quiso enterarse, del contubernio que se producía en un pueblecito madrileño llamada Valdemoro, donde se reunían unos cuantos golpìstas, fachas o fachillas indignos de empleos públicos. Fernández resulta tibio casi siempre, salvo cuando condecora a las vírgenes que se le proponen o cuando acude a misa de doce. En esos casos, está en su salsa. Hubo un ministro, murciano por más señas, que llegó a hacerse popular porque ordenaba a su chofer, cuando iba apurado de horario, apretara el acelerador, y hasta que cruzara por lugares indebidos. Ahora, en nuestros días, los chóferes de altos cargos anuncian presiones para incumplir las normas. Curiosamente, en nuestros días, son esos chóferes quieres tienen que pagar las multas, por lo cual, han elevado la voz contra quienes ordenan que les espera en doble fila, en carril bus o en zonas restringidas. La denuncia de los chóferes es clara: el usuario del vehículo oficial insta a transgredir a menudo las normas en beneficio de la rapidez, comodidad y simple deseo. O sea, que todavía hay personas de primera y las demás. Las de primera van en coche oficial y con coger, y les traen al fresco las normas para todos. Y para más INRI, pagan las multas sus chóferes… Y además: ¿No sobran aún muchos coches oficiales? JOSÉ CAVERO

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