miércoles, 11 de junio de 2014

La abdicación, con prisas y sin pausa Dicho y hecho. Al Rey Juan Carlos se le ocurrió la idea de abdicar hace unos pocos meses, lo consideró hace un par de semanas, y decidió seguidamente que para qué esperar más. Se daban las circunstancias favorables, y podían empeorar en cualquier momento. No valía la pena demorar más una situación que muchos políticos, analistas y politólogos habían considerado alguna vez: El Rey está fatigado y no termina de reponerse de sus males, y el sustituto, el Príncipe Felipe, lleva toda su vida preparándose para ser rey. Y con tales mimbres, La Casa Real y el Gobierno se dispusieron a acometer y facilitar los trámites para que todo transcurriera en unos pocos días, en sendas sesiones de Congreso, Senado y ambas Cámaras conjuntamente. Y en esos trámites nos encontramos. En pocas semanas se habrán concluido, y “loe viejos Reyes”, don Juan Carlos y doña Sofía, habrán sido sustituidos y relevados por “los nuevos Reyes”, don Felipe VI y doña Leticia Ortiz. Habrán quedado atrás las escasas dificultades que fue preciso sortear: Una opinión pública y una ciudadanía que hubiera preferido ser consultada y participar en una decisión de tanta trascendencia, pero a la que desde el Gobierno y el PSOE, fuerzas conjuntas de la denominada “casta política” opusieron el argumento de que sería preciso modificar la Constitución, y no había tiempo para tal debate nacional. El Gobierno de Rajoy y no menos personalmente Rubalcaba se ocuparon determinar a convencer a los propios diputados de que todo debería funcionar sin el menor problema, a gran velocidad. Y en ésas estamos. Quedó para el final algún debate complementario, como el que planteó el monárquico diario ABC: Si toda la operación relevo se podría producir sin mayores costes, o si convenía que el Estado, en esta ocasión, se olvidara del gran criterio dominante de la austeridad a ultranza. Parece que ha prevalecido la austeridad, para no dar nuevos argumentos a los antimonárquicos y republicanos, a quienes ha herido severamente la foto del safari de Botswana tanto como el paseíllo ante el juzgado desalma de Urdangarín y doña Cristina de Borbón. Otra controversia dejada “para más adelante” es la referida a la inviolabilidad del Rey: la que heredará don Felipe, y de la que se verá privado don Juan Carlos, a cambio de un estatuto de aforado que deberá ponerse en vigor sin tardanza, no vaya a ser que a alguien se le ocurra rebuscar en los viejos papeles de la historia reciente y repasar las peligrosas amistades de quien ha sido casi cuatro décadas Rey parlamentario, pero todopoderoso, de las Españas… De manera que todo ha ido rodando según lo previsto, o casi todo, y España estrenará en breve Reyes nuevos, posiblemente con hábitos viejos, y con la gran tarea de representación del país a escala internacional. Esa fue otra parte de las controversias suscitadas –la presencia de líderes mundiales en las ceremonias de la abdicación-coronación. Y como en materia de la austeridad y costes de las ceremonias, se llegó ala conclusión de que no valía la pena hacer gastos extraordinarios para un mero trámite perfectamente previsto y descrito en la Constitución. Eso sí, en alguna ocasión se empleó el dato comparativo del Príncipe de Gales, Carlos de Inglaterra. Parece que en la mente del Rey pesaba la comparación Felipe VI-Carlos de Inglaterra, y que se dolía de que a su hijo pudiera sucederle lo que al hijo de la Reina de Inglaterra, que cumple años con muy pocas posibilidades de estrenarse en la Corona inglesa. Don Juan Carlos no ha querido repetir esta historia de los monarcas europeos, y prefiere tomar la iniciativa y adelantar acontecimientos en plena posesión de facultades y después de cuatro décadas de ejercicio que bien desearía que repitiera su heredero… JOSÉ CAVERO

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