miércoles, 17 de septiembre de 2014

Día de Escocia Este jueves, 18, va a ser un día en el que muchos, o acaso todos, estemos pendientes de lo que hagan los escoceses en su consulta independentista. Es curioso que en los últimos días, los líderes de las formaciones británicas hayan coincidido en hacer promesas de más derechos, prerrogativas y competencias a los escoceses como forma de evitar la desmembración del Reino Unido. Tal vez haya sido una reacción tardía. Algo parecido está sucediendo con Cataluña-España. La “tercera vía” que impulsó el Partido Socialista pasaba, `precisamente, por conceder mayores competencias a la autonomía catalana, mediante una reforma de la Constitución que haría de Cataluña un distrito o parcela federal, con el reconocimiento de prerrogativas a las que aspiran algunos dirigentes catalanes. Pero Mariano Rajoy no ha movido un solo dedo para sumarse a esta iniciativa, y sólo ha recurrido a la amenaza. Ayer mismo, el ministro Margallo, el más activo en la cuestión, pese a ocuparse de los asuntos exteriores, no descartaba que el Gobierno de Rajoy recurra finalmente a cualquier procedimiento que incluso llegue a recortar y suspender la autonomía catalana, con tal de evitar la independencia. No parecen ser las fórmulas y los procedimientos más adecuados para atraerse al contestatario… Todos estaremos pendientes de lo que suceda en Escocia, como en otros tiempos estuvimos pendientes de lo que ocurría en Québec… or cierto, a Margallo sería conveniente que lo callara alguien del propio gobierno,. No es el más indicado, ni por su cargo ni por su sensibilidad, para tratar de resolver, a estas alturas, un conflicto que está ya en una deriva probablemente inevitable. Pero Gargallo, que no ha terminado de enterarse qué papel hará España en la coalición de países contra el Estado Islamista, prefiere dedicar sus impulsos más irracionales a la “desviación catalana”, proclamando lo que, en todo caso, deberían hacer Sáenz de Santamaría, Ruiz Gallardón, o el propio Mariano Rajoy. Ruiz Gallardón, por cierto, parece muy afectado por algunas portadas de diario, como la de ABC, que lo pintó al borde de la dimisión de su cargo si el resto del gobierno echaba atrás su proyecto de ley de aborto, tantas veces pospuesto y postergado. Gallardón expresará sus opiniones sobre el particular cuando pase “el vendaval catalán”, en el que, por cierto, no ha querido entrar pese a su condición de ministro de Justicia y primer notario del Estado. Pero resulta evidente que le preocupa su propio futuro político si se viera truncado por una ley que a la mayor parte de sus propios correligionarios parece inadecuada, inoportuna…, pero que él se empeña en alinear con el pensamiento más doctrinario y sectario de la Santa Iglesia Romana. Váyase, Gallardón, y llévese una ley que no parece conveniente ni a Rajoy ni a Santamaría –que es quien lee los borradores y las correcciones que les hacen los ministros a sus proyectos… Lo más divertido de ayer fue, probablemente la reacción, de la exalcaldesa de Málaga, lamentando la posibilidad de que Gallardón tuviera que cumplir su palabra de irse del Gobierno. “Sería una pérdida irreparable”, dijo la diputada, que apenas podía reprimir su sonrisa irónica. Gallardón es un experto en amagar y no dar. En prometer su marcha si no se cumple lo que él quiere, pero también en incumplir sus promesas… El toro de la Vega, de Tordesillas-Valladolid, volvió a merecer ayer, como todos los años, muchos minutos de informativos. Vimos cómo las lanzas se tornaban piedras en manos de los antitaurinos y de los taurófilos, todos enzarzados en si es respetable una tradición de unos cuantos siglos de existencia. Lo de la cabra arrojada desde un campanario, las corridas de gallos, también eran costumbres y prácticas bárbaras que un día se decidió eliminar de la vida corriente, y que nadie echa de menos. Alancear a un toro y matarlo finalmente, es otra parte de a más rancia e impresentable tradición nacional, que ya es hora que se archive en el baúl de la historia menos presentable. Y con ella, los bárbaros que se divierten un día matando a un toro que podía seguir pastando y teniendo hijos… JOSÉ CAVERO

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