sábado, 20 de septiembre de 2014

Esfuerzo por remontar… La derrota de los separatistas de Escocia se ha vivido con la correspondiente intensidad, también, en Cataluña, donde se hubiera preferido, naturalmente, bailar sardanas en las plazas públicas a partir de los datos que llegaron de Edimburgo. No fue posible, y los casi once puntos de ventaja de los unionistas han dolido como propios a los catalanes independentistas, que se sitúan ya en “lo peor”, alineándose con Québec y Escocia. Romper con los viejos socios se adivina, averigua o comprueba que tiene harta dificultad. En el caso escocés, se da una circunstancia que no desaprovechó Rajoy en su consideración posterior: Escocia tendrá más poderes, pero serán siempre menores de los que dispone y disfruta Cataluña. Otra cosa es que pudo haber participado en el juego de la tercera vía, y pudo abrir el melón de una reforma constitucional que diera paso al Estado federal y a una Cataluña federal. Esa puede que sea la asignatura siguiente, según se aventuró a vislumbrar Rodríguez Zapatero. Lo federal habrá de seguir a lo autonómico. ¿Con qué atribuciones? Esa es la gran cuestión: las muy distintas atribuciones que podrán tener las hoy autonomías del “café para todos”. En esa federalización deberán empezar a distinguirse catalanes, vascos, gallegos y andaluces . ¿Quién elaborará esa relación futura de más o menor federalistas, con más o menos competencias y atribuciones? Ese probablemente es el gran miedo de Rajoy, de verse enfrentado a sus propias tribus del PP: ¿Valencianos peor tratados que los catalanes, murcianos por debajo de los andaluces, gallegos por delante de los madrileños? No sorprende que dé una pereza absoluta entrar en ese juego. De ahí que nadie haya tenido siquiera la osadía, el atrevimiento de aproximarse a lo que, de verdad, significaría la federalización de España… Y mucho menos el ministro de Justicia, Ruiz Gallardón, a quien si no le gustaran tanto la pompa y los protocolos, debería estar ya haciendo las cajas de su marcha a la actividad privada, de una vez por todas. Pero será difícil que veamos esa decisión sublime en el defensor de la reforma de la ley del aborto, por más que le hayan hablado de su inoportunidad –la reforma gallardonista- tanto Rajoy como Santamaría. Pero el orgullo de don Alberto no tiene límites, y él se cree ungido por el espíritu santo y por la conferencia episcopal en su batalla contra el aborto. De cualquier modo, tiene que ser muy difícil de tragar que tus propias esperanzas, convertidas en promesas, se vean, una tras otra, enviadas al cesto de los papeles inservibles y reciclables. Pero es evidente que Gallardón, encerrado con ese único juguete, y receptor de los ánimos episcopales, no tiene oídos para las restantes grandes cuestiones que tiene el Estado: reforma constitucional, desafío catalanista, federalización imparable… Pero será difícil que pueda estar más desautorizado por “quien corresponde”, por más que no quiera enterarse de lo que está sucediendo. Por lo demás, es curiosa, y sucede por doquier, la afición a regresar a las antiguas responsabilidades, de las que los ciudadanos expulsaron a sus ocupantes. Es el caso de Sarkozy, que acosado por sus querella presidenciales, quiere repetir el caso de Berlusconi y regresar al Elíseo, aprovechando la mala imagen de su sucesor Hollande. A Sarkozy no estaría de más recordarle algún viejo refrán,. Como que “segundas partes nunca fueron buenas”. Y recordarle el propio caso de don Silvio, el italiano, que finalmente descansa de sus muchas tareas extrapolíticas, enterrado por Mateo Renzi. Los políticos, cuando dejan de serlo por un rato, caducan con una velocidad asombrosa, y lo milagroso sería que volvieran a tener el lustre que antes tuvieron. Nadie se lo va a facilitar… JOSÉ CAVERO

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