domingo, 21 de septiembre de 2014

Llega otro misionero enfermo Se repite el caso del misionero de Liberia, y ahora regresa a su país de nacimiento, España, otro misionero, ejerciente en Sierra Leona, también enfermo de Evola, para ser curado, o para fallecer en nuestro –y suyo- país. Bienvenido sea, y suerte en su coyuntura crítica. Pero más hubiera valido que, entre una y otra visitas, la política de atención a los enfermos, tal vez terminales, de una enfermedad parece que incurable, se hubiera debatido públicamente y resuelto. ¿Seguimos teniendo el Hospital Carlos III para eventualidades de esta especie? ¿Viene por caridad, haciendo uso de un avión militar convenientemente aislado para esta tarea también por caridad, o por la real voluntad de Ana Mato e Ignacio González, exclusivamente, dos personajes que ni siquiera han superado las elecciones pertinentes de hombres-mujeres públicos? ¿Quién impulsa, determina, ejerce esa política sanitaria errática, sorprendente, costosa, que fuerza a todo un hospital público a entregarse a un paciente con exclusión de todos los demás? ¿No es más conveniente que se desplacen a Sierra Leona, Liberia, o donde fuera, un grupo de sanitarios expertos voluntarios españoles, y que `prestaran atención a ese paciente y a otros cuantos más que pudieran verse también beneficiados? Todo resulta demencial, absurdo, irracional, sin explicación válida de ninguna especie, y con la mudez proverbial de nuestros responsables políticos… Ya tenemos un medio informativo, el que dirige el íncluso Marhuenda, que se entrega a la causa de rectificar la ley del aborto vigente. Sobre la base de una encuesta posiblemente manipulada, malinterpretada y apañada, el periódico toma partida por Gallardón, pudiera parecer que incluso contra el parecer del resto del gobierno de Rajoy y Santamaría. Esa podría ser la gran fuerza de Rallardón; resistiéndose a la política de Rajoy y Santamaría, está logrando convocar a los partidarios más fanáticos de cualquier ley contra el aborto, sea más o menos irracional o razonable. Gallardón haría un buen servicio a este país si, de una vez, y viendo que no se atienden sus razones, cumpliera sus promesas-amenazas, y se marchara a su casa, dejando al país en paz. Bastante lo ha incordiado ya, como el alcalde más endeudado de España, primero, y como el reformador-sin reformas en el ministerio de Justicia. Váyase, señor Gallardón, y no incordie más. Ahora, la delegada del Gobierno en Madrid, doña Cristina, sostiene que Esperanza Aguirre es un animal político y que sería una excelente alcaldesa de Madrid. ¿Quiere decir que ella, doña Cristina, se excluye de esa carrera, o que sabe más que en conjunto de los ciudadanos, y se inclina ya por la lideresa que debe ser juzgada esta semana por un delito de tráfico, por falta de respeto a los agentes de movilidad que le reclamaron la documentación de su coche y a quienes burló fugándose a su casa? ¿A ese personaje podríamos votar como alcaldesa de la Villa y Corte? La señora Botella está siendo una calamidad para la ciudad y sus ciudadanos, pero la señora Aguirre sería una espantosa burla al Estado de Derecho y otras lindezas teóricas que ella misma ha venido reclamando desde hace décadas. ¿No tiene el PP más banquillo de candidatos del que echar mano, que de estas viejas y caducas glorias? Finalmente, llegamos a la semana en la que Jordi Pujol deberá explicar su singular confesión de culpa tributaria, que nos ha tenido entretenidos durante los dos últimos meses. ¿Cómo fue posible ese despiste, si de verdad ha querido ocultar la herencia de su padre don Fulgencio, o había más dinero negro, si nadie más supo de su secreto, si sus hijos y su esposa fueron cómplices de su error o de su trampa para elefantes… Don Jordi tiene la ocasión para aclarárnoslo casi todo, o de seguir callándose lo que más le conviene y dosificar su verdad cuando le venga en gana… JOSÉ CAVERO

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