miércoles, 24 de septiembre de 2014

Gallardón se fue el todo Cumplió tal y como había anunciado, ante la incredulidad de casi todos. Había advertido, o amenazado, que si la ley del aborto que ha venido propugnando –pero no demasiado- se echaba atrás, no tendría más remedio que irse él también. Es lo que, finalmente, sucedió en la tarde de ayer, después de que Mariano Rajoy le explicara que ese proyecto de ley no era oportuno enviarlo al Congreso para su tramitación: ya se habían advertido suficientes bajas en el partido en las elecciones europeas como para probar fortuna de nuevo, ante otras elecciones que se vislumbran sumamente por dos apariciones en escena de incierto, y acaso preocupante resultado electoral: Podemos, y el nuevo secretario general del PSOE. Por si fuera poco, a todo este panorama se ha añadido el caso de los separatistas catalanes, que no dan un paso atrás ni siquiera tras el mal resultado de las lecciones escocesas, para sus intereses. Todo eso, por cierto, se reunía ayer en una misma tarde: Rajoy se disponía a viajar a China, Artur Mas se disponía a hacer público su decreto de convocatoria de la consulta, y Gallardón se veía ante el final de su propio margen de maniobra: Antes de que acabe el verano tenía que decidir su actitud ante esa famosa y combatida ley… Finalmente, hechos los deberes en materia de la norma de consultas catalanistas, tarea urgente en los últimos tiempos para el Ministerio de Justicia, Gallardón terminaba de deshojar su propia margarita de futuro, y lo hacía valientemente: Se culpabilizaba de todo, -he sido incapaz de conducir el proyecto de ley- rendía homenaje a Rajoy, a quien mucho debe en su trayectoria política, y se quitaba de en medio en el partido, en el Gobierno y en el Parlamento, todo de un mismo golpe. Y así lo anunciaba en una rueda de prensa sincera, abierta, como muy pocas otras se conocen con tanta trascendencia y efectos políticos. No había duda de que Rajoy se veía ante su primera gran crisis de gobierno, y tenía la urgente necesidad de designar sucesor a Gallardón en unas pocas horas, antes de salir para Beijing. De este modo, aparecía en escena Rafael Catalá, un tecnócrata, que ha ejercido tareas en el capítulo de las infraestructuras, y que más bien parece hombre elegido, que no designado, por la ministra de Fomento, buena amiga del presidente, aunque también bendecido por Sáenz de Santamaría, que ha sido primera actriz en todo el desarrollo de la crisis. Catalá será quien proceda a modificar los dos aspectos de la ley que Rajoy había señalado con anterioridad sobre la edad de las jóvenes que quisieran abortar y la necesidad de autorización paterna para hacerlo. Rajoy alegaba, y ha merecido elogios por ello, que la ley seguiría siendo “presentable” ante las de su clase y condición en Europa, y no la rémora y marcha atrás en quince o veinte años que se llegó a sospechar que vendría con la reforma Gallardón… Ahora sigue casi todo por hacer: esa reforma del proyecto de ley, cómo afrontar la norma catalana contra la consulta e inclinación separatista de una parte sustancial de los catalanes, las restantes reformas que había echado a rodar Ruiz Gallardón en materia de Código Civil, y que probablemente quedarán ene. cajón de las previsiones de cumplimiento imposible… De hecho, es lo más resaltable de la acción de Ruiz Gallardón en Justicia. Lo quiso abarcar todo, y quiso quedar, para la historia, como el gran reformador. Y comprobó la resistencia de los propios cuerpos del Estado frente a unas reformas que, en su mayor parte, resultaban absurdas inútiles cuando no contraproducentes. De manera que lo mejor que ha podido hacer, y conforme le venía reclamando buena parte de la opinión, era abandonar la vida pública, después de una gestión desbordada en el ayuntamiento de Madrid por un exceso de gastos, y nada eficaz en Justicia por sus deseos de abarcar más de lo que le era posible atender. Frente a sus “inteligencia demostrada” y su afán de brillar y resultar atractivo en cada una de sus actuaciones, ha quedado designado para sucederle un hombre casi anónimo, perfectamente desconocido, nada brillante, que se sepa, y que hereda sus muchas y a menudo inútiles tareas ya iniciadas JOSÉ CAVERO

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