jueves, 30 de octubre de 2014

¿Es corrupto Rajoy? Es la gran pregunta que llegaron a plantear algunos diputados en el áspero debate sobre corrupción que se ha planteado en las cámaras del parlamento a raíz de los más recientes sucesos de esta índole, la corrupción en los partidos, y concretamente, en el PP, por razón del caso de las tarjetas “negras” de Caja Madrid, o por la compra en negro de Libertad Digital por el PP, por el pago con dinero negro de las obras de la sede del PP o por la trama de comisionistas de alcaldes y concejales, particularmente del PP, en varios puntos de España: Madrid, Valencia, Murcia, Cartagena, León… La gran pregunta, ante la resistencia de Rajoy a adoptar medidas contra los corruptos consiste en preguntar al propio Rajoy si tiene alguna razón para adherirse a la causa de los corruptos. Y una sí tiene: los ha protegido en el tiempo de su liderazgo en el PP y en el tiempo del ejercicio del poder que inició hace ya casi tres años: Rajoy llamó a su lado a Sepúlveda, exalcalde de Pozuelo, cuando la trama Gurtel, llamó a su lado a Ana Mato para formar gabinete y la mantiene en su cargo pese a su muy demostrada inoperancia, salió en defensa de Camps cuando era juzgado –esté siempre contigo, a tu lado, delante o detrás, llegó a decir al expresidente valenciano, llegó a poner a Matas como ejemplo del buen hacer de un presidente autonómico, ha elogiado las virtudes de otro condenado como Carlos Fabra, presidente de la diputación de Castellón, ha mantenido en su cargo a Esperanza Aguirre y a Ignacio González, pese a haber estallado el caso Gurtel con la primera, se deshizo en halagos y apoyos hacia Luis Bárcenas cuando éste estaba entrando en prisión, no ha dicho una sola palabra sobre las responsabilidades que el juez ha visto en Blesa, en Rato, en Acebes… … En resumidas cuentas, Rajoy no ha sabido, o más bien no ha querido, mantenerse alejado, o mantener alejados a los corruptos, de su gestión de dirección en el partido y en el Gobierno. Parece que los necesita su presencia próxima, no puede `prescindir de ellos, cuando lo prudente y lo sabía hubiera sido justamente lo contrario: mantenerlos alejados, no tozarse con ellos, no expresarles, en modo alguno su apoyo… Rajoy, muy al contrario, se ha rodeado de corruptos y los ha alentado y elogiado públicamente. Luego, está el gran miedo de Rajoy a someter a debate una cuestión como la de la corrupción política que ahora mismo ha asolado a su partido y afecta a muchos de sus dirigentes. Se ha refugiado en su mayoría absoluta para resistir y, a lo sumo, contraatacar a los socialistas con el “tú más”. Reprochando a Pedro Sánchez, por ejemplo, que no haya pedido el abandono de la actividad pública de los expresidentes andaluces Chaves y Griñán por el Caso de los ERE. A lo más que ha llegado Rajoy es a pedir perdón a los españoles con el mal ejemplo dado por algunos de los políticos corruptos del PP y de otros partidos. Pero eso resulta insuficiente a ojos de todos. Se reclaman medidas más drásticas, más contundentes, más expeditivas… Rajoy se ve en la coyuntura de tener que dar satisfacción a su propio partido y a la ciudadanía, que le reclaman con insistencia que actúe enérgicamente y sin medidas tintas. Y que exija algunas dimisiones de altos cargos que han facilitado, o siquiera convivido con los corruptos. Curiosamente, Rajoy vino a coincidir con su amiga-rival Esperanza Aguirre, en su único mensaje: Pido disculpas a los ciudadanos por los malos ejemplos de algunos pocos políticos que se embolsan dinero público a sus propios bolsillos. ¿Eso es todo lo que tiene que decir un PP que se ve acuciado por unas elecciones ya a la vista, y con las encuestas que reflejan que Podemos les pisa peligrosamente los talones, e incluso se sitúa en primera posición entre las fuerzas políticas con capacidad para gobernar la nación? Lo de Cataluña ha pasado a un segundo y muy discreto plano. La corrupción de unos cuan tos políticos, que parecen todos ellos, es la gravísima preocupación de los ciudadanos. Pero el 9 de noviembre se aproxima, y Artur Mas está cada día más nervioso y desalentado… JOSÉ CAVERO

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