domingo, 26 de octubre de 2014

El PP del esplendor y el PP de la desolación Los fines de semana, a falta de grandes in formaciones nuevas, suelen ser días propicios para la reflexión en los partidos y hacia los partidos. Muchos análisis de actualidad abordan cuestiones que han merecido atenciones abundantes durante la semana, como, aún, las tarjetas de Caja Madrid, el caso Rato, el caso Acebes, el caso del pequeño Nicolás y sus eventuales padrinos y mecenas. También Teresa Romero y Javier Limón, ya fuera del círculo rojo del ébola, pero con fuerza para reclamar alguna medida drástica contra quienes, desde cargos de responsabilidad, hicieron más daño que beneficio al proceso médico-sanitario: Ana Mato, Javier Rodríguez, Rajoy y el presidente de Madrid, a quienes falla estrepitosamente el rádar de los ceses a su debido tiempo. Luego, hay atenciones repartidas entre los responsables “de antes”: ¿Quién designó a Blesa, a Rato, a Rajoy, quién mantuvo de Aguirre? Aznar aparece en esas responsabilidades “ab initio”, las primeras y sustanciales. De Aznar se cuenta ahora que viendo el PP que él navegó y el actual, se remite a los campos de Itálica, comparando el esplendor de antes y la desolación de ahora. Hombre, señor Aznar, no todo en su gestión fueron grandes gestas. La herencia de sus sucesores y situados lo prueba sobradamente… Pero los partidos ya están empezando a situarse en el escenario siguiente, que son las elecciones del año que viene. De entrada, hay un gran miedo: Que Podamos pueda llegar a ser la realidad que muchos temen, y que se lleve por delante la casta que Pablo Iglesias y los suyos denuncias: al PP y al PSOE, en una sola ola, que sería gran sunami. Hay miedo a ese gran suman, porque hay bastante coincidencia en apreciar que Podemos comulga y coincide con el pueblo soberano en mucha mayor medida que lo hacen los partidos preferentes en las últimas décadas, y representativos de todo el deterioro y la degeneración que se ha venido sufriendo en la vida nacional. El PP y muy a menudo también el PSOE, han protagonizado casos escabrosos de esa degeneración que a todos nos tiene indignados. Por ello resulta comprensible la nula disposición que muestran algunos dirigentes políticos a ponerse del brazo de su rival para firmar juntos un programa de regeneración de la vida pública, a estas alturas de la película. Prefieren perderse solos antes que mal acompañados… Una vez más, la jueza Alaya sigue decidida a llevar la contraria a casi todos, con tal de sacar adelante su proyecto de “encausamiento general” contra la clase política y sindical andaluza. Ha chocado ya contra el Congreso, el Parlamento andaluz, el ministerio del Interior, los magistrados, los fiscales. A la juez vestal le encanta llamar la atención, no cabe duda, al margen de que pueda tener razón en la mayor parte de sus autos de procedimiento. De su gesto hierático tal vez queda deducir ese estar por encima del bien y del mal, y de haberse erigido en el símbolo de la justicia a todo trance, sin la menor sonrisa ni saludo a ningún viandante que se le cruce. No hay duda, de que es un modo de triunfar probablemente distinto a cualquier otro, y que acaso termine por imponerse… Pero siempre que la norma esté con ella, y que no tuerza las leyes a su antojo y conveniencia, para sumarse unos grados más de protagonismo… ¿Y los Pujoles? Ya hemos dicho alguna vez que la familia está necesitada de todo un croquis o mapa de situación, que nos explique el quién es quién. No parece que todos sean una misma cosa, un mismo proceder… Como tampoco lo son todos cuantos aparecen fotografiados al lado del fastasmón de Nicolasete, el ubícuo, amigo e los grandes de este mundo… JOSÉ CAVERO

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