sábado, 25 de octubre de 2014

Mensaje del Rey La familia real “de antes” se parece poco a la de ahora. Antes tenía dos columnas más o menos sólidas en don Juan Carlos y doña Sofía, con algunos añadidos, como los príncipes y las infantas. Se ha trastocado profundamente la situación: Ahora tenemos a los nuevos Reyes y sus dos hijas, y luego ocasionalmente, como este viernes, en Oviedo, Teatro Campoamor, aparece en escena la anterior Reina, doña Sofía, en olor de multitudes y en medios de grandes y generalizados aplausos. Es difícil ya ver al ex rey con Juan Carlos. Ocasionalmente reaparece en algún encuentro con empresarios, por ejemplo, y proclama que ayuda lo que es posible a los Reyes, y que su estado de salud es bueno. Poco más: que echa de menos a los periodistas… Pues bien, será preciso irse acostumbrando a la nueva estampa. Antes veíamos al Rey, sobre todo, en el mensaje de Navidad de cada año. Ahí contaba todo lo que tenía que decir sobre la marcha de la nación para todo un año. Ayer, en el acto de Oviedo, Felipe VI, hizo una especie de mensaje a la nación sobre esas grandes materias que, con toda certeza, volverá a abordar en el mensaje navideño: Unidad de la patria, preocupación por la corrupción… Las dos preocupaciones más vivas del momento, según parece, centradas en la consulta que quieren hacer los nacionalistas catalanes, y la profusión de episodios de abusos de dineros públicos por particulares especialmente ávidos y avariciosos de dineros ajenos. El tono del Rey es ajustado, serio, ponderado. La Reina doña Leticia no suele tener voz ni, que se sepa, voto, al igual que sucedía con doña Sofía. Parece más pendiente de su propia apariencia en vestimenta, maquillaje, delgadez… Sonríe y calla. Es probable que la Casa Real tenga algún manual de estilo, que le recomienda lo que debe hacer cada cual en cada momento. Eso, por tanto, sería lo que toca en este momento: sobriedad, preocupación, campechanía y dedicación al singular oficio (de reyes). Y luego, soportarlos gritos de los antimonárquicos, que no parece que sean más que antes, pero que sí es posible que griten más o estén más organizados que antaño. Desde luego, en el programa de los Reyes toca lo que ahora desarrollan, probablemente a la espera de que se terminen de depurar las responsabilidades de Urdangarín y su esposa, que en algún momento llegarán a padecer como preocupación compartida. Maldita la hora en la que apareció el muchachote del balonmano y sus experiencias nefastas. Ha dejado temblando a la Monarquía española. Tanto o más que Corina, que las sucesivas hospitalizaciones de don Juan Carlos, o que el elefante de Botswana… Finalmente, hemos escuchado a Mariano Rajoy hablar de las corrupciones de nuestro tiempo. Parece increíble que haya tenido que transcurrir tanto tiempo para emitir tal cúmulo de expresiones de manual. Que cada cual aguante su responsabilidad, y que los partidos ayuden a la Justicia en la investigación de cada caso. ¿Será verdad que eso es lo que ahora está sucediendo? Sería una extrañísima modificación de conductas, por parte de quien daba ánimos a Bárcenas o negó haber recibido los fondos B que Bárcenas reveló en sus cuentas secretas… Pero, efectivamente, Rajoy tiene que ver con preocupación que los bombazos se producen cada vez más cerca y más rotundos: Rato, Acebes… La financiación irregular de las obras de Génova… Es verdad que anteriormente escuchó el petardazo Bárcenas, como decía, y los sucesivos bombazos de Sepúlveda, de Ana Mato, de la Gurtel madrileña, de la Gurtel valenciana… Rajoy es un experto en hacer ver que nada de eso tiene que ver con él, siempre primer actor en toda esa sucesión de penosos acontecimientos. Cabe imaginar que los propios Pujol son los primeros en exigir que las instituciones del Estado aclaren su vida y milagros real y verdadera. Porque, de momento, las historias para no dormir de los Pujol y sus vástagos nos los han presentado algo así como la cueva de Alibabá y los quince, veinte o cuarenta ladrones de CiU… JOSÉ CAVERO

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