domingo, 19 de octubre de 2014

Teresa, sin Ebola Finalmente, la auxiliar de enfermería de Alcorcón-Betanzos, ha llegado a este domingo libre de los virus del Ebola que hicieron temer seriamente por su vida hace apenas quince días. Los remedios de antivirales, sueros y refuerzos empleados en el Hospital Carlos III, obraron el milagro que no consiguieron los dos misioneros traídos de Africa, y portadores de los virus que se trasladados a Teresa. Ahora, tendrá que mantenerse aún unos días en cuarentena, alejada de eventuales riesgos, antes de regresar a su casa, su marido y… sin su perro Excálibur, que habrá sido la gran pérdida padecida esta temporada en la que muchas veces temimos por su propia vida. Cambiará de vida la auxiliar de enfermería? Lo que es seguro es que recibirá muchísimos homenajes de gentes corrientes, que, de algún modio, compensarán las sandeces de un consejero de sanidad harto arrepentido de su irreflexiva locuacidad en la asamblea de Madrid. Teresa regresará a la vida corriente, si le dejan, y el consejero debiera irse ya por la puerta de atrás, porque ya hizo suficientemente el ridículo. Y de paso, que se lleve a la ministra Mato, sustituida en la última semana por la eficaz Santamaría, que parece haberse atribuido los méritos de la recuperación de la paciente. Ella dirá que no tiene mérito alguno, y es cierto, salvo apaciguar el corral de la opinión, que estaba muy exaltado y nervioso por las chapuzas, improvisaciones y meteduras de pata de la señora del Jaguar de Pozuelo… Este país parece que tiene un serio problema de reconocimiento ajeno, de que se valore unas capacidades ni siquiera demostrables. El caso del ya llamado Pequeño Nicolás, ese personajillo que durante años posó en todos los acontecimientos oficiales sin permiso de ninguna especie para sentarse al lado de Aznar o de quien fuera, parece ser el objetivos de muchos que quisieran llegar a la fama, al conocimiento popular y obtener, de paso, la tarjeta negra de Caja Madrid con la que epatar a familiares y conocidos. El pequeño Nicolás, según se relata, turbio un primer padrino en García Legaz, antes en Faes y ahora en el Gobierno. El le dio los primeros impulsos y vio lo sencillo que resultaba subirse al estrado sin razón de ninguna clase. Luego ya aparecía con la familia real y con cuantos ocupaban fotografías oficiales a diario. Eso sí, a clase apenas acudía, y cuando alguna cosa no le salía según sus gustos, arrojaba libros al sueño. Toda una proeza y un dechado de virtudes, este chaval que algún día nos deleitará con sus memorias, si se le ocurre a Lara. Incluso podría obtener el premio Planeta, y no Morán, el censurado… Ahora estamos pendientes de si Blesa y Rato reunirán los fondos líquidos suficientes para que sus propiedades no sean trasladadas a las propiedades del Estado. Parece que en el caso de Blesa no sería excesivamente complicado: dos o tres casas de su propiedad podrían quedar en poder del Estado si no reúne los 16 millones que debe devolver a Caja Madrid o al Estado español. O sea, a los contribuyentes a quienes robó sistemáticamente con el truco de una tarjeta que él mismo revalorizó e hizo opaca al Fisco. En el caso de Rato, sólo tres millones de euros, será mucho más sencillo, probablemente, el pago de la sanción que le reclama el juez. Pero no es improbable que llegue con algunas otras penas sociales, como la expulsión del PP. El, que llegó a ser un número uno del partido, podría verse expulsado, o podría verse impulsado a irse por su propia voluntad, porque el vacío que se le está haciendo en el partido no hay quien lo aguante ni soporte. Pero, en ocasiones, la revelación de la vida privada, llega a tener esas contrapartidas que dejan huella para el resto de la vida. Y de Blesa y Rato ya nadie podrá olvidar sus altísimos niveles de latrocinio al sistema, o sea, al contribuyente que durante décadas deberá seguir pagando al precio del rescate a las cajas de ahorro en su momento confiadas a administradores in fieles, ineficaces, chorizos y ladrones. ¿Y quienes designaron a estos individuos, no tendrán castigo alguno? JOSÉ CAVERO

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