miércoles, 26 de noviembre de 2014

Rajoy, por Rubalcaba Por lo general, los partidos y sus militantes odian que los partidos rivales y sus líderes irrumpan en territorio propio, y digan lo que les gusta o disgusta del funcionamiento interno de esos adversarios. Rajoy ha violado esta norma, al proclamar que el PSOE funcionaba mejor con Rubalcaba. O lo que es lo mismo, que a él le gustaba más el rumbo del PSOE rubalcabiano que el PSOE que conduce Sánchez. Todo esto viene a cuento del cambio de criterio operado en el propio Sánchez, que de apoyar la introducción de cambios en el artículo 135 de la Constitución, ha pasado ahora a abomina r aquel cambio, y prefiere la redacción original. En realidad, hubo varias voces en aquel debate soterrado y casi clandestino, efectuado en pequeño comité y casi en secreto: Participó Zapatero, que traía el mensaje-dictado de Bruselas-Berlín, participó Rubalcaba, para darle forma y venderlo, y a su lado estaba Sánchez, que no puso ninguna dificultad. Presionaban la prima de riesgo y el miedo a la intervención de España, nada menos, y había que portarse bien. El propio Rajoy aceptó aquella idea de Zapatero como un regalo de los dioses del olimpo: qué más quería él, que el déficit y la deuda estuvieran en adelante con la garantía de los presupuestos del Estado!... Luego, llegaron los recortes del Estado del Bienestar, y hubo otro momento posterior en el que el país apareció depauperado, y con más de cinco millones de parados. Por encima de la herencia de Zapatero, algo que los populares prefieren olvidar. Y en ese punto, aparece Podemos y sus in infinitas ganas de gobernar un país demacrado y enflaquecido por la largísimo dieta sufrida en sus clases medias y bajas, pero que comprueba que la banca ha seguido teniendo trato preferente, y que para ella nunca ha habido otras apreturas que las de su mala gestión… Pues bien, en este trance, a Rajoy le parece que era más cómodo, más conveniente, más acomodaticio, tal vez, Rubalcaba que Sánchez. Y si me apuran, probablemente hubiera preferido a Zapatero, pero ya no quiere remontarse tan lejos en el tiempo y las circunstancias, no vaya a ser que le salpiquen… Eso sí, por entonces, no estaba tan crecido y asalvajado Artur Mas, decidido ahora a poner en pie el Estado catalán en año y medio, aproximadamente, si los catalanes le dan autorización para unas elecciones plebiscitarias en las que él mismo no pueda resultar seguro perdedor, como en las anteriores. Artur Mas quiere urnas, de nuevo, y con parecidas facilidades que las del 9-N; que han estado abiertas un mes, y de cuyo recuento no ha querido ni referirse. ¿Quién ganó aquella consultilla irregular, en la que se pudo votar una o seis veces, en seis u ocho días distintos, sin censo, sin control de ninguna clase, mientras el país “catalán” seguía consumiendo a cuerpo de Nación adelantada y en progreso? Desde luego, Artur Mas insiste en que él mismo ganó aquella consulta, y los senadores de su grupo se apresuran a darle la razón y a encadenarse con él. En el fondo, subyace el temor de que Artur Mas pueda despertarse una mañana entre barrotes, y eso sería ya más de lo que una nación en proyecto podría aguantar. Pero no es menos cierto que la pasividad de Rajoy nos ha conducido a este extremo, y quue no parece fácil salir de esta trampa para osos del Pirineo. Ni la ley ni los fiscales van a ayudar en este trance que empieza a inquietar a los ciudadanos corrientes, suscitados, al mismo tiempo, por la historia interminable de los fraudes y latrocinios. Y mientras tanto, Nicolasete sigue dando que hablar, y unos cuantos de los afectados por el pequeño gran pícaro debieran haber dimitido y pedido perdón al populacho, porque no dieron la talla y se dejaron engañar por un muchachito espabilado y mentiroso, que olvidaba sus clases en Cunef para tratar de subirse a coches oficiales de alta cilindrada, y a ser posible con coger y escolta. Esta es la nación que tenemos, o padecemos. La de Mas y Nicolasete, la de Rajoy y Tania Sánchez, perseguida por doquier por tener un novio rojete… JOSÁ CAVERO

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