sábado, 29 de octubre de 2016

Se fue Sánchez, aunque hasta de final hubo apuestas enfrentadas: unos pensaron que se iba, que no tenía más remedio que ir, y otros  y otros penamos que resistiría… Finalmente, este mediodía del sábado,  horas antes de la votación definitiva que debe permitir que Mariano Rajoy vuelva a gobernar para otro período indeterminado d e tiempo, Pedro Sánchez anunció que abandonaba su acta de diputado y su condición d votante de esta misma tarde, en la sesión de investidura.
Ya estuvo bien, ha dicho el hasta hace poco secretario general del PSOE. Lo cierto y verdad s que se ha podido irse muy entero de conciencia y de coherencia.  Por muchas y graves que hayan sido las pruebas a las que fue sometido. Obre todo, la de rectificar  las decisiones adoptadas por el Comité Federal que él mismo presidió, y en el que se insistió en mantener el no a no a la propuesta de hacer presidente a Rajoy.
Desde luego, su caso y su actitud en conjunto,  no pasarán inadvertidos para las hemerotecas ni para la historia pequeña de este país:  la personalidad de Pedro Sánchez, que tuvo el coraje de enfrentase a Rajoy rn un debate televisado y de recordar su condición de percibidor de los sobres que repartía en la sede del PP el propio administrador de la marca, Luis Bárcenas. Bárcenas confesó que, en efecto, Rajoy estaba entre quienes se beneficiaban de los sobres con dinero negro que abundaban en el partido, procedente de donaciones de empresas y para finalidades que el partido determinara, una de las cuelas era el suplemento o complemento de sueldo de sus principales dirigentes.  Pues bien, después de haber resistido esa denuncia, en un cara a cara angustioso con Rajoy, Sánchez mantuvo el tipo y  resistió también a la organización de su partido para hacer frente a la  candidatura del pontevedrés. Pedro Sánchez estaba perfectamente persuadido de que no procedía, no era justo, ni conveniente ni razonable, que Rajoy asumiera un nuevo mandato,  en su condición de dirigente salpicado gravísimamente por las corrupciones de su partido. Pero su resistencia, la de Sánchez, se topó, finalmente. con “las conveniencias del Estado”, que vino a representar la dirigente andaluza del PSOE Susana Díaz. Ella ha sido, en último extremo, la causa última de que Sánchez se haya visto postrado a abandonar su propia pelea, en la secretaría general, en el Comité federal y ante la sociedad española en su conjunto. Susana Díaz no atendió las poderosas razones que empleó Sánchez y le forzó  el abandono de la secretaría general, primero, de la presidencia del partido, y le negó las fechas probables de congreso extraordinario y de elecciones primarias que el propio Sánchez propuso para darse a  sí mismo un salida política posible.  La lideresa andaluza, en cambio, ha fijado sus propios objetivos, y no son coincidente con los del diputado ya dimisionario. Ella prefiere, con toda probabilidad, diputarle esos dominios y tal vez erigirse en presidenta y secretaria general del PSOE, o determinar quién realizará esas tareas, y acaso, desde esas futuras posiciones, tal ve no descarte pelearse, en su día, contra el propio Mariano Rajoy y apoderarle el Gobierno que esta misma tarde va a obtener el candidato gallego en la tercera votación de la sesión de investidura.  No podrá decir Sánchez que no tiene a quien culpabilizar por fe su marchan y su desaliento. Susana Díaz, desde hace meses, muchos meses, ha boicoteado todos y  cada uno de los propósitos de  Sánchez, por entender que ella mima tenía alternativas más válidas y defendibles. El tiempo dirá si el apagón Sánchez  tiene sustitución posible o se prolonga mucho tiempo sin remedio o con remedios insuficientes…
JOSÉ CAVERO


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