lunes, 8 de agosto de 2011

IMPACIENCIA POR LA ESPERA DE LA DECLARACIÓN DE LA BANDA

DOS AÑOS SIN ATENTADOS DE ETA
Sigue sorprendiendo la escasa relevancia que se está dando a la prolongada tregua etarra, si bien observa este lunes un experto en la banda que no cabe excluir que Carlos Sáenz de Tejada y Diego Salvá Lezaún, asesinados el 31 de julio de 2009 en Mallorca, pasen a la historia como los últimos asesinados por ETA en España. Y si eso sucediera de ese modo, la banda habría cerrado su ciclo asesino como lo empezó en 1968: matando a guardias civiles. Este martes se cumplen dos años sin atentados de la banda, que tras la muerte de los dos referidos agentes, sólo actuó una vez más en territorio español: el 9 de agosto de 2009, cuando colocó cuatro bombas de baja potencia que estallaron en restaurantes y bares de Palma de Mallorca, sin causar víctimas. Todo permite pensar que lo sucesivos golpes asestados por las Fuerzas de Seguridad han llevado a ETA a una situación en la que se hace muy difícil la vuelta a la actividad armada, aunque en la naturaleza de ETA, está matar. Pero la banda es consciente, según vienen comentando los analistas policiales, que en el País Vasco hay un creciente apoyo popular contra el fin de la actividad terrorista”. La banda ha visto cómo, en los últimos cuatro años, han sido detenidos nada menos que 336 de sus militantes, más de la mitad durante la tregua declarada por ETA. Y también ha visto cómo se quedaba sin varias toneladas de materiales explosivos, conseguidos en los muchos zulos descubiertos, y, sobre todo, cómo iba perdiendo a sus sucesivos responsables militares: Garikoitz Aspiazu Rubina, Txeroki, y Mikel Kabikoitz Carrera Sarobe, Ata. Los expertos policiales aseguran que la presión permanente sobre la banda y sobre su entramado político, han dado como fruto “el progresivo aislamiento al que se están viendo abocadas ETA y las organizaciones que sustentan sus reivindicaciones, manifestándose un creciente apoyo popular contra el fin de la actividad terrorista”. También tienen claro que, en cualquier caso, los golpes recibidos hacen muy difícil pensar en la vuelta a la actividad armada y casi imposible el retorno a escenarios pasados, cuando ETA alcanzó su máxima capacidad operativa, es decir, a los años del plomo (1978-1980, con 234 asesinados, o 1985-1987, con 137 muertos). Es muy complicado que una organización tenga futuro si sus jefes son detenidos sin cesar, y si sus “soldado”s cada vez son menos (733 detenidos en ocho años), y además, no hay ingresos, una vez que la banda ha renunciado a la extorsión del impuesto revolucionario, y sus bases sociales no quieren que siga.
Pero si ha dejado de hacer todo esto, no ha sido porque no ha querido, sino porque hasta que declaró su tregua, el 5 de septiembre de 2010, lo intentó sin éxito. Su infraestructura en Francia está dispersa, la de España ha quedado reducida casi a la nada y tampoco pudo volver a atacar porque fracasó en su intento de instalar una base logística en Portugal, en Óbidos, desde donde había planeado lanzar ataques contra el sur de España y Madrid, y desde donde planeó volar las Torres KIO a principios de 2010. No pudo porque el comando encargado de atentar contra las obras del AVE vasco fue detenido. Ni pudo llevar a cabo una fuga masiva de presos en la cárcel de Huelva…De modo que su actividad ha quedado prácticamente anulada con la detención de sus responsables.
Y ahora, ¿qué cabe esperar? Si, como claman los presos y se ansía en el País Vasco, ETA dice adiós a las armas, el policía francés Jean Sergé Nerín habrá cerrado, con su muerte en Francia, el 16 de marzo de 2010, la lista criminal que abrió el 7 de junio de 1968 el guardia José Pardines Arcay en Villabona (Guipúzcoa), y a la que siguieron otros 827 nombres. Ahora, los presos de ETA se muestran convencidos de que la organización terrorista va a anunciar de manera inminente que ha llegado el momento de “cerrar el ciclo de la lucha armada”, o sea, de acabar con la violencia. Tan seguros están, según conversaciones interceptadas en prisión, que empieza a cundir el nerviosismo y la impaciencia, incluso la ansiedad, sobre la llegada en breve de ese comunicado. “La decisión ya está tomada, no entiendo a qué se está esperando”, llegaba a decir uno de ellos hace apenas unas semanas. “Si hemos dicho que se ha acabado, se ha acabado, se ha decidido”, insisten los presos. Las conversaciones interceptadas entre algunos de los más significativos de los casi 600 presos etarras en España, muestran cómo la firmeza que tradicionalmente mostraba este colectivo se está resquebrajando y su vieja entereza se transforma en desánimo. Un ánimo alicaído que los analistas policiales definen como de “nerviosismo e impaciencia” a la espera de que la banda declare el fin de la violencia. Pero ni los etarras tienen información fidedigna de que eso sea así ni los servicios de información antiterrorista de la policía y la Guardia Civil han podido contrastar por otras fuentes que ETA tenga la decisión de desaparecer ya tomada y que solo busque el momento adecuado para anunciar su final. Lo que los presos dicen se basa en su propio análisis de los movimientos de ETA, en los pasos que va ejecutando la izquierda abertzale, tanto la presa como la que actúa en la legalidad, y en lo que dicen sus dirigentes. Pero, sobre todo, lo que los etarras saben muy bien es que, sin dinero, ninguna organización puede funcionar a largo plazo. El fin del “impuesto revolucionario”, según los informes de los investigadores de ETA, ha sido interpretado como un movimiento que lleva a un final de la banda terrorista a corto plazo, y a un camino irreversible. También han escuchado las palabras de Arnaldo Otegi en el juicio del caso Bateragune, cuando dijo que la violencia “sobra y estorba”, palabras que luego hicieron suyas otros dirigentes radicales. Si Otegi ha dicho eso es porque ETA ha tomado la decisión de “cambiar la estrategia político-militar por otra basada exclusivamente en las vías políticas”. O bien, lo dicho por otro de sus jefes más significativos, Garikoitz Aspiazu, Txeroki, que aseguró que la lucha ya no procede: “Lo mismo que hemos estado 50 años con la estrategia de la lucha armada, ahora nos toca cambiar de estrategia, quizá por otros 50 años”. Mientras tanto, este verano, como los anteriores, las actuaciones de la izquierda abertzale están siendo motivo de polémica y de conflicto con los responsables de Interior y, en algunos casos, por la actuación judicial, al prohibirse determinadas convocatorias de apoyo a los presos etarras. Las fiestas han sido siempre el espacio buscado por la izquierda abertzale para realizar actos de homenaje a los presos. Y ahora, con los ayuntamientos de Bildu, las convocatorias se cuelan en los programas oficiales. La izquierda abertzale vive días de euforia por la llegada de sus representantes al poder y a los presupuestos. Hay satisfacción entre sus votantes y sus representantes hacen gestos simbólicos dirigidos a su público tradicional, eso sí, teniendo cuidado de no pasar las líneas rojas de la legalidad. Las advertencias del ministro Ramón Jáuregui de que el Estado se mantiene vigilante no pasan de ser avisos, ya que hasta ahora los representantes de Bildu han tenido bastante precaución de no dar motivos para que se pueda abrir ninguna causa judicial contra ellos. Los gestos de Bildu, observa La Vanguardia, coinciden con una recuperación en las cárceles de la iniciativa por parte de los sectores más radicales.
Estamos ante el equilibrio de abandonar las armas y dar la impresión de que, pese a ello, se vence en la batalla…

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