jueves, 24 de abril de 2014

Ninguna prisa, señor fiscal A Torres Dulce, fiscal general del Estado, en los últimos tiempos parece que se le han encendido algunas luces de gran servidor del Estado y de los ciudadanos. O de defensor de la legalidad, que es lo que debe ser un fiscal. Don Eduardo, en una reciente intervención, r4clamóal ministro Ruiz Gallardón que se reformara el estatuto fiscal para que los de su clase, los fiscales, tengan más iniciativa y menos jerarquía a la que atender, menos normativa llegada de lo alto. Ahora, el propio Torres Doce se queja de que, contra la corrupción, faltan medios y faltan leyes. Pero todo permite suponer que, como su anterior queja y r4eclamación, caerá en saco roto. Al Gobierno no le interesa que los fiscales tengan más autonomía, sino más jerarquía y obediencia al jefe correspondiente. Y a los gobiernos, no les interesan más leyes y medios para luchar contra una corrupción que está, sobre todo, en los estamentos políticos, partidos, instituciones, de todos los colores y siglas, y por consiguiente, es fácil de entender que los políticos no se esfuercen en perseguir sus propios fallos, a menudo escandalosos y siempre casos para el Estado y los contribuyentes. Da gusto, de ves en cuando, escuchar a ciudadanos comprometidos con esa misma condición de ciudadanos. Elena Poniatowska, de apellido polaco, de origen francés, de residencia en Méjico, y de habla española, reúne, sobre todo, esa condición de ciudadana del mundo, y eso lo demostró en su intervención al recoger el premio Cervantes de Literatura, en la Universidad de Alcalá de Henares. Doña Elena, periodista preguntona, exigente, aprovechó el podio para referirse a los desfavorecidos de este mundo, y en particular, los desfavorecidos de su América Latina. La “Ponia”, doña Elena, se nos transformó en la Sancho Panza femenina que necesitamos, en medio de la ciudadanía y de su abundante familia: seis nietos le acompañaban en el acto… Aunque ha tardado algunas semanas, bienvenida la decisión del director general de la Policía, Ignacio Cosidó, de proceder al relevo del jefe policial de los sucesos del 22-M. Muchos policías se habían quejado y se lamentaron de lo mal organizados que estuvieron desde sus propios mandos, causa, probablemente, el lamentable espectáculo de batalla campal que se originó al término de una manifestación, por la Dignidad, que tenía todas las razones para un éxito total y rotundo. Pero los desórdenes lo deslucieron todo, y Cosidó viene a confirmar que en el origen de esos desórdenes había mandos policiales incompetentes. Por una vez, el director general se alinea con la razón y con la mayor parte de sus policías “sin mando en plaza”. Parece que ha entendido que muy a menudo, la violencia la generan los propios encargados de impedirla, con actuaciones irresponsables y contraproducentes. El duelo que ayer se pudo contemplar en el juicio que se lleva a cabo contra el juez Elpidio Silva, tuvo un momento cumbre con el cara a cara a de Blesa y Silva. El responsable del desmadre de Caja Madrid y de las preferentes, se enfrentaba al juez que lo condujo dos veces a prisión, y que ahora se ve sometido a la inculpación de prevaricador. Blesa llegó a decir que el juez Silva dañó su prestigio profesional. Tampoco es eso: Blesa venía ya con su prestigio por lo duelos, tras su gestión lamentable al frente de la caja madrileña y por sus actuaciones como máximo jefe de un banco que adquiría propiedades en Miami sin causa ni razón… JOSÉ CAVERO

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