miércoles, 14 de mayo de 2014

El culebrón de León Se sigue con avidez y afición a nuevos datos la historia del culebrón de Isabel Carrasco, “la mujer con más poder político peleón en la última década”, como la define el diario El País, asesinada el lunes en las calles de la vieja ciudad. Siguen con detalle los medios informativos, y la siguen con igual o superior afición los habituales de las redes sociales, que no han ahorrado comentarios a lo que significó esa dama desaparecida víctima, según todos los indicios, de una venganza personal. Por fortuna, las presuntas asesinas formaban parte del mismo partido que la víctima. ¿Se imaginan qué hubiera sucedido si el asesino o asesinos fueran de una fuerza de izquierdas? Habrían quemado la sede y la efigie del fundador… Pero parece que todo se ha desarrollado ene. ala derecha de la política española, donde, por ambas partes, parece que se produjeron los más bajos instintos: por parte de Isabel Carrasco, la afición a dominar, controlar resortes del poder, acumular cargos y puestos de responsabilidad. Por parte de sus adversarias, posible envidia por la fortuna y relevancia política de quien todo lo dominaba y controlaba a su antojo. Las reacciones populares no son ajenas a este espectáculo. La vida y milagros de Isabel había trascendido, y en varios medios se habían dedicado atenciones abundantes sobre esa acumulación de cargos y de poderes conseguida, parece que sin que pocos hicieran algo para evitarlo. Desde luego, fallaron los controles en el partido y en la Administración pública, y de ahí que, en estos tiempos de escasez y penuria, con tal número de parados, el caso de Isabel haya sido tan extraordinariamente llamativo y hasta escandaloso. Y haya suscitado reacciones que a muchos han preocupado más que el crimen mismo, por lo que tiene de desafección de la vida política y de los políticos profesionales. Presidenta de la Diputación, presidenta del PP, concejal, consejera de entidades bancarias… ¿Qué le faltó, qué meta no obtuvo en vida? ¿Qué dejó para los otros? De tantas competencias hubo de surgirle alguna enemistad y rivalidad. Es una lección que harían bien en aprender o repasar nuestros políticos. Cospedal era, posiblemente, este martes, uno de los rostros más emocionados en la ceremonia de la catedral de León. Cospedal parece seguir los pasos a la acumuladora de poderes y competencias en tiempo de escasez… El coste de la adecuación del palacete de Cibeles para ser sede del ayuntamiento de Madrid, en tiempos de Ruiz Gallardón, ya escandalizó a mucha gente, en su día. Ahora se ha sabido el coste final de aquella operación por la que, de un día para otro, cambiaron de sede muchísimos departamentos del ayuntamiento y la Comunidad de Madrid. Pues bien, aquel traslado vino a costar 500 millones, y don Gallardón, y su sucesora doña Botella, quedaron encantadísimos con su nueva y refulgente sede. ¿Pensaron que era imprescindible, tarea urgente, y gratis? Sí lo fue para ellos, pero no para los contribuyentes. Pero ya teníamos noticia de cómo se gastaba los presupuestos el alcalde Gallardón, premiado con el Ministerio de Justicia por su amigo Rajoy. ¿Cómo quieren que el ciudadano llegue a ser amigo de un político que lo acumula todo para sí, que no repara en gastos de procedencia ajena, que dilapida a cada paso, y que recibe la sanción favorable de sus jefes? En el traslado de la sede del ayuntamiento de Madrid se produjo, también, lo que ahora parece inevitable en muchas otras obras públicas: costó un 75 por 100 más de lo inicialmente previsto y estimado. ¿A alguien preocupó esa minucia? ¿Alguien fue sancionado por ese despendole?. Sí, Gallardón que hoy es ministro metepatas, registrador de la propiedad y Notario del Reino, después de haber sido el alcalde más gastoso de la Nación… JOSÉ CAVERO

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