martes, 3 de junio de 2014

El paso de Juan Carlos I a Felipe VI El tránsito anunciado este lunes, 02 de junio -según el papel oficial de La Zarzuela, con firma del Rey-, puede ser sencillo, fácil, rápido, como están deseando ya las instituciones vigentes, o puede padecer algún inconveniente, como también empezó a vislumbrarse ayer mismo en opiniones escuchadas en la calle, en encuestas periodísticas, y en una cuarentena de manifestaciones populares bien nutridas de ciudadanos y de banderas en las que reclamó con insistencia un referendum sobre la forma del régimen, y la posibilidad-necesidad de elegir entre Monarquía o Repùblica. Naturalmente, hay división clara de opiniones y de apetencias. Para unos, la abdicación del Rey Juan Calos I es una excelente ocasión para que los ciudadanos opinen. Para otros, todo está ya dicho y decidido, y no cabe otra que aplicar las normas que han estado vigentes en las cuatro últimas décadas, y de cuya conveniencia y utilidad todos tienen noticia. ¿Cabrá esa posibilidad, de que los ciudadanos, democráticamente, tengan voz y voto en este tiempo abierto por el anuncio de abdicación del beneficiario máximo de la Corona de España? Lo más probable es que todo quede en las banderas republicanas al aire yen la expresión de muchos deseos de la ciudadanía, y que, mientras tanto, se siga el guión ya establecido por el Rey, su Casa Real, y por el Gobierno de la Nación y sus instituciones, Congreso y Senado. Ahora mismo, las dos vías –la sucesión pura y dura, o la pausa de opinar y decidir-, están tratando de cerrar la alternativa y quedarse solas y sin competencia. Y, de entrada, lo más probable es que termine imponiéndosela vía de la sucesión de padre a hijo, de Corte Real a Corte Real, sin otra posibilidad que la protesta para los que opinan otra cosa… Pero parece cierto lo que destacan hoy algunos diarios: que el Rey ya olido los nuevos tiempos, y por ello “abdica para impulsar las reformas que pide el país”. Las reformas que le pide su propio hijo don Felipe, pero sobre todo, que le piden y hasta exigen los grupos que en los últimos años ya han ocupado muchas plazas, y están empezando a organizarse en forma de partidos y movimientos de ciudadanos, del tipo Podemos. El Rey es posible que haya reaccionado ante esos nuevos aires y nuevos climas, y de ahí su vivo deseo de quitarse de en medio y dejar ya solo a su hijo, bien preparado, con madurez y experiencia comprobadas. Incluso impaciente por poder demostrar su capacidad, su buena preparación, su prudencia y capacidad de asumir riesgos. Ya hubiera querido el príncipe Carlos de Inglaterra tener una ocasión como ésta que ahora se le brinca a quien puede ser Felipe VI sin tardanza… Porque ahora, la cuestión va a estar en los plazos. No se quiere perder una sola jornada en las instituciones “continuistas”, sabedoras de que pudiera colarse el debate de la forma de régimen –Monarquía o República. Si eso llegara a suceder, se abriría una caja de Pandora de resultados inciertos y de incertidumbres altamente probables. Pero, ¿quién no querría ser preguntado “Monarquía o República, qué prefiere usted? ¿Qué le vendrá mejor a este país en este tiempo, y tras la experiencia de 39 años de Monarquía Juancarlista, no siempre ajena a escándalos y corrupciones, descontrolada en gastos y en explicaciones públicas? En ese punto estamos: ¿No pasa nada, y a don Juan Carlos da continuidad don Felipe, o puede pasar cualquier cosa, y es el momento de que el ciudadano deje escuchar su voz y su opinión, sin temor de ninguna especie, y se empleen las urnas para determinar qué opción política es la más adecuada, la más conveniente y beneficiosa para la ciudadanía? Ésa es la cuestión. Pero las fuerzas instaladas -las castas-, impedirán por todos los medios que puedan surgir voces discrepantes en esta hora crucial. JOSÉ CAVERO

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