jueves, 19 de junio de 2014

Tenemos Reyes nuevos Ya está. Se cumplieron todos los trámites y, en poco más de “horas veinticuatro”, concluyó el reinado de casi cuatro décadas de don Juan Carlos y ha dado comienzo el Reinado de Felipe VI, su hijo. Ninguna complicación ha surgido en los trámites y salvo la falta de aplausos de Artur Mas y Xavier Urkullu, todo ha ido según determina el protocolo. El padre Juan Carlos cedió plenos poderes a su hijo Felipe, y éste dio a conocer sus primeros propósitos, para empezar su tarea. Fundamentalmente, que en su reino cabemos todos, lo cual, sin duda, es una primera invitación a que Cataluña y sus líderes secesionistas vuelvan a pensarse su propósito secesionista, y vuelvan sobre sus pasos. Sin duda, habrá de ser una de las prioridades entre las preocupaciones del joven monarca: Qué hacer con Cataluña, cómo resolver la papeleta que le deja su padre, probablemente superado por la complejidad del problema… El nuevo rey también ha expresado su deseo de buscar y hallar consensos, tras comprobar que cuenta, básicamente, con los dos grandes partidos, PP y PSOE –O lo que quede de ellos, tras la reacción sufrida en las elecciones europeas. En ellos se ha asentado, básicamente, la sucesión a la Corona, después de que algunas nuevas fuerzas, como Podemos, la izquierda clásica, hayan alentado sus fervores republicanos y sus deseos de una revisión profunda del texto constitucional en lo que se refiere a la monarquía parlamentaria o sus sustitución por modelos más renovados y exigentes. Ahí van a ir la mayor parte de los deseos de la ciudadanía: a una mayor exigencia con quien los va a representar en el primer nivel de autoridad. En la hora de revisar la inviolabilidad o fuero de l Rey don Juan Carlos, han aparecido unos cuantos “puntos oscuros”, que convendrá blindar para que nada ni nadie pueda irrumpir en los años de jubilado del viejo Monarca. Pudiera parecer que se ha quedado como la mayor preocupación “del rey que se va”: su pasado deja “goteras” que resolver mediante unas normas que le permitirán quedar libre de las exigencias que tiene sobre sí cualquier ciudadano “de a pie”. Eso es lo que le ciudadanía quisiera de don Felipe: Que jamás tuviera necesidad de recurrir a la inviolabilidad, incluso que desapareciera esa cláusula por innecesaria. Y luego, completando esa misma estampa e imagen, que la nueva Casa Real sea mucho más transparente, si no más eficaz y atenta a los deseos de los gobernados. No es cuestión baladí la relación que deberán tener don Felipe VI y Mariano Rajoy. Como no lo fueron las excelentes relaciones de don Juan Carlos I con Felipe González, y el deterioro que padecieron las relaciones del ex monarca con José María Aznar. De momento, Rajoy se ha volcado en todos los preparativos de la sucesión a la Corona, y todo permite suponer que habrá de seguir prestando apoyo sin fisuras a los nuevos Reyes, le caigan simpáticos o antipáticos. Ya tuvimos ocasión de comprobar la relación cambiante en esas relaciones de don Juan Carlos I con Adolfo Suárez: excelentes en un primer momento, y que llegaron a deteriorarse profundamente por razón de las complicaciones y dificultades surgidas en el entendimiento de lo que era más adecuado y conveniente. Todavía está muy presente la versión de Pilar Urbano en que recordaba cómo el apoyo del Rey al general Armada, en contra de la opinión de Suárez, llevó a éste a la dimisión, y probablemente alentó e hizo posible el golpe de estado del 23-F. Esperemos que el nuevo Borbón no incurra en fallos de esa naturaleza en su entendimiento con los restantes poderes del Estado. Por lo demás, la abdicación de Juan Calos I y su relevo por Felipe VI coincide con el final de otro reinado: La Roja quedó desvencijada y destrozada por dos partidos del Mundial de Brasil, contra Holanda y Chile. Se acabó otro reinado. Entrenador y jugadores habrán de esperar a otra nueva oportunidad de lucimiento y demostración de facultades. Porque esta vez “no fue posible repetir la victoria” a la que nos tenían tan acostumbrados… JOSÉ CAVERO

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