domingo, 27 de julio de 2014

Un partido para ganar ¿Quién dispone de un partido y no aspira a vencer en las elecciones? Lo hemos visto recientemente en el recién nacido Podemos, y lo acabamos de ver en el veterano PSOE, centenario en historia, cuyo nuevo líder no oculta que quiere un PSKE eficaz y centrado, que gane las elecciones,. Ah, el poder. Conseguir el poder, cambiar el mundo, el país, los hábitos, con un número importante de representantes populares. De eso se trata, para eso son los partidos políticos, jóvenes o experimentados por igual. El PSOE, en su congreso extraordinario de este fin de semana, ya ha visto confirmado a su nuevo líder, Pedro Sánchez, y a la Ejecutiva con la que se propone conseguir esos propósitos, de partido centrado, y con capacidad de expulsar a Rajoy y su PP del poder. Ya ha visto también cómo se han integrado algunos nuevos barones, y cómo algún otro, como Eduardo Madina, disconforme con su suerte, porque llegó a soñar con la condición de secretario general, se has quedado con el discurso de la rabieta y el cabreo personales. Madina, que llegó a la condición de aspirante gracias al impulso de algunos compañeros de escaño, no ha confirmado las expectativas que levantó, y se ha quedado a medio camino, enfadado y taciturno. Muy distinta ha sido la disposición de Patxi López, de quien se rumoreó que Madina sería “el segundo” o la otra parte del tandem. Patxi sí está para ayudar, como indicó en el comienzo de los preparativos del Congreso, y es seguro que podrá aportar mucha y valiosa experiencia política. Pero Madina deja un gesto hosco, de enfadado con el mundo y con su mundo socialista. Probablemente tenga todavía que madurar un poco más. Muchos habíamos entendido que no había dado pruebas de tener suficiente talla política. De Pedro Sánchez también se le espera mucho, muchísimo. Tiene tras de sí a todo el partido y los deseos de que empiece a tener mejor suerte que la de los años anteriores, cuando ya tenido que pagar una crisis que le cayó en suerte, en mala suerte, y que Rajoy intentó, una y otra vez, que la pagara en su integridad, sin aportaciones propias. El episodio de los dineros heredados por los Pujol, por obra de la herencia de su padre, fallecido tras sus andanzas nada santas al frente de la Banca Catalana. De manera que Jordi Pujol heredó dos cosas: La batalla por la banca Catalana, como reflejo de una institución típicamente nacionalista catalana, y los dineros que su padre había “escondido en el Banco Privado de Andorra. ¿Cómo puede, con cuántos grados de cinismo, se arroga Pujol que no tuvo oportunidad de regularizar en treinta y tantos años esa herencia que ahora le está saliendo tan costosa, a él y a su creación política, Convergencia? Según señalan los mejor informados, los dineros de los Pujol en Andorra estaban a punto de ser denunciado por la Agencia Tributaria o por Anticorrupción. En realidad, todos los Pujol, desde hace unos cuantos años, están bajo sospecha de fraude, y es sorprendente que las instituciones dedicadas a ello hayan estado “in albis” más de treinta años. Sobre todo, cuando Pujo, venía denunciando una persecución furiosa y permanente de las instituciones “españolistas”. Al revés, esa denuncia, y el haberse envuelto en la bandera cuatribarrada, sacaron a los Pujol de muchas situaciones comprometidas y le han ayudado a mantener su condición de “molt honorable? Ni mucho, ni poco honorable. Más bien nada honorable, y perfectamente deshonrado, él y sus hijos. Dicen en Cataluña que ahora está por ver cuánto daño causan al empeño independentista de Artur Mas y de CiU estos secretos ahora desvelados de don Jordi. Pero tampoco, si se logrará borrar la impresión de que no pocos nacionalistas con problemas juegan al independentismo en la certeza de que eso les salvará de los problemas que tienen con el Estado español. Y no faltan convergencia que reclaman que a los Pujol, uno por uno o en grupo, se les expulse del partido en el que han navegado tan excelentemente durante siete lustros. ¿Pero, tendrán coraje en Convergencia para expulsar al fundador y corrupto Pujol? Cabe sospechar que no… JOSÉ CAVERO

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