sábado, 2 de agosto de 2014

Rajoy, en estado de gracia Mariano Rajoy hizo balance este viernes de su acción de Gobierno. No había urgencia significativa alguna para su comparecencia, pero quiso hacerlo, desde un ánimo optimista y casi eufórico. Las cosas marchan como soñó cuando estaba en la oposición, y puede dar a los ciudadanos los datos con los que soñaba algún día: Crece el producto interior bruto, y más va a seguir creciendo, crece el empleo, y seguirá creciendo a mejor ritmo. Todavía no puede decir, y parece que tendrá que esperar largo tiempo, que el paro empieza a dejar de ser un problema nacional, que la capacidad adquisitiva empieza a ser la que antes fue… Y que el corrupción, incluyendo la de su partido, empieza a ser cosa de otros tiempos. Sí dijo, y eso reclama alguna clase de explicación, que la justicia “ya empieza a ser igual para todos”. ¿Desde cuanto lo es, y cuándo no lo era? No sé si se referirá a sus propias responsabilidades de primer dirigente del primer partido de la nación, que ve entre rejas, o a punto de estarlo, a personajes tan relevantes como el administrador, el expresidente balear y ex ministro Jaume Matas, el expresidente de la diputación de Alicante, Fabra, y así sucesivamente. Ciertamente, felices estos tiempos en los que cualquiera puede ser reo de la Justicia, y sentarse en un banquillo, y dormir entre rejas… Por lo demás, Rajoy dio la imagen que siempre ha pretendido: Es un hombre perfectamente imaginable y previsible: Proyecta agotar la legislatura, no tiene en su cabeza la modificación de su equipo de gobierno, convocará elecciones cuando corresponda, no permitirá que los catalanes acudan a las urnas cuando les venga en gana… Y está feliz, inmensamente feliz, porque la recuperación económica es firme y es cada vez más intensa. Es tan previsible el presidente, que uno puede imaginar lo que habrá pensado del Pedro Sánchez, líder del PSOE, que a los pocos minutos le daba la réplica desde la sede del PSOE. Según Pedro Sánchez, Rajoy tiene que pisar más a menudo la calle y estar mucho más en contacto con los ciudadanos, para enterarse de los problemas reales del país. Rajoy habrá pensado que es posible que “ese muchacho” tenga alguna razón, pero que él dispone de la mejor información: Los gabinetes de investigación, las terminales de cada ministerio y cada delegación, las instituciones a las que acude. No echa de menos nada. Ni siquiera esa capacidad adquisitiva de los ciudadanos, que ha decrecido muy sensiblemente en los últimos años, y que no parece fácil que vaya a remontar en los años venideros. Rajoy da por hecho que la ciudadanía empieza a perdonarle el hecho de que incumpliera todas y cada una de las promesas electorales, y que les haya complicado seriamente la existencia por sus recortes drásticos. Pero al mismo tiempo, está convencido de que el ciudadano le volverá a votar porque ha salvado a la banca y a los banqueros, y ha empezado a recuperar los signos positivos en la marcha de la economía. Como muy pocos países más en el territorio de la Unión. ¿Y de Cataluña? También está comprobando que su política del pasito a paso, de no hacer caso a las noticias de cada día, de no recurrir a actuaciones extremas ni sensacionales, da sus frutos. Artur Mas le ha prometido que no hará nada contra la legalidad, y por tanto, que no habrá consulta o referéndum en la fecha anunciada del 9 de noviembre. Cómo lo hará, él sabrá, y cómo satisfará los deseos más impulsivos de sus socios de Ezquerra, también. De algún modo, Rajoy parece consciente de que Jordi Pujol, quién lo iba a decir, ha venido a darle la razón con sus defraudaciones sistemáticas y prolongadas. Este Rajoy que suele ser tan reacio a responder a los periodistas, estaba feliz por, en esta ocasión, poder contestar a todo. Y hasta elogiaba “la interesante e inteligente pregunta que me ha hecho usted”. Este Rajoy es la demostración pública de su propia autosuficiencia, de que uno puede llegar allí donde soñó que algún día, si las cosas iban bien, y se actuaba con constancia, llegaría a estar… JOSÉ CAVERO

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