viernes, 9 de enero de 2015

Charlie, Charlie… La tragedia efectuada por los hermanos Kouachi contra el semanario satírico francés Charlie Hebdo, continuaba y amenazaba con llegar a su final más trágico aún en la mañana de este viernes: Los dos terroristas, que mantienen como rehenes a varios ciudadanos franceses, están cercados por fuerzas policiales de Francia, y lo más probable es que traten de morir matando. Bastante ruido han hecho ya, y no será fácil que la situación se resuelva de modo diferente a la que, ahora mismo, prevén casi todos, los asesinos y los agentes del orden. Desde luego, los Kouachi tienen todas las de perder, aunque su capacidad de ataque resulte particularmente peligrosa. En nuestro país, pese a que Mariano Rajoy había declarado en Andorra que en sería inconcebible que en España se reprodujeran sucesos de esa naturaleza, sin embargo, la mera aparición de una caja de zapatos “descontrolada” ocasionó toda una sensación de pánico en el centro de Madrid, y fue preciso cortar líneas de metro y autobuses. Nadie está libre de riesgos, en nuestros tiempos, y bien sabemos los españoles que basta que haya un asesino dispuesto a cobrarse una victima para que todos estemos en peligro. Pero es cierto que, tras el silencio de los etarras, la paz pública española está resultando maravillosa y ejemplar. Los casos siguen su curso. Como no podía esperarse de otro modo, el juez Castro sigue resistiendo a los embates de todos cuantos no quieren ver a la Infanta en el banquillo de los acusados. Pero éste es mucho juez, y no ceja en sus propósitos bien argumentados. No habrá rectificación del juez valiente, por mucho que Martínez Pujalte trate de desacreditarle, o por muchos emolumentos que cobre Miguel Roca. El fiscal Horrach también ha cumplido ya con creces su destino de oponerse y oponerse, contra todo y contra todos. Ya ha hecho méritos para irse a un pueblecito ignoto y remoto… Y en cuanto a al Infanta, por más que le pidan -o pidamos- que renuncie a sus privilegios de legitimidad histórica, ya hace tiempo que perdió tales derechos, si alguna vez pudo tenerlos. No hay más legitimidad que el cumplimiento de la ley como cualquier otro ciudadano corriente. O sea, con todo el orgullo que le quepa en su cabeza, o donde fuera, la Infanta lo que debe hacer es presentarse ante el juez y hacer el ridículo lo menos que pueda. Ante los españoles, él y su esposo, ya han hecho suficientes demostraciones de comportarse como “hombres por encima de lo corriente” sin razón de ninguna clase… También Pujol está desposeído de atribuciones que no se ha llegado a merecer. Ni molt honorable ni nada de nada. Pura y simple legalidad en el cumplimiento de las normas que son vigentes para todos. ¿Herencia de su padre don Fulgencio? Pues, a pagar, a toca teja, con sus casas en la sierra, o con penas de privación de libertad, que es la forma prevista para cualquier delincuente de cuello alto. Y no hay cuello menos alto que el de don Jordi… Por cierto, que su sucesor en el cargo, don Arturo, debiera irse preparando porque el tribunal catalán ya tiene elaborados los delitos por los que piensa sentarlo en el banquillo. No le valdrá ni su condición de aforado, ni su condición de presunto líder de la nación catalana. También él será un ciudadanos que se ha propasado en sus atribuciones y fue mucho más allá de donde debiera con su idea redentora de “crear país-estado catalán”. Parece mentira que Artur Mas no haya sacado conclusiones de los Pujoles, casi todos ellos perseguidos por inculcar la ley vigente, una ley que también se elaboró para ellos… JOSÉ CAVERO

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