miércoles, 27 de mayo de 2015

Después de los datos, las sorpresas Bastantes sorpresas traían ya consigo los datos del escrutinio electoral. Pero a ellas se ha añadido añadiendo algunas más, en las horas siguientes. La primera sorpresa, o acaso no tanto, la pasmosa declaración de Mariano Rajoy: Hemos ganado las elecciones, pero hemos perdido un porcentaje muy estimable del poder, vino a reconocer. Ante lo cual, y de cara a las elecciones siguientes, su gran prueba de noviembre, el buen hombre no tiene el menor propósito de cambiar nada, salvo, acaso, el modo de difundir su verdad y su doctrina, y sus méritos, a los ciudadanos. Rajo sigue convencido de que es el mejor hombre disponible para gobernar la nación, y que sus fórmulas de gobernar son las más convenientes. En vista de lo cual, no parece que piense cambiar nada, ni a sí mismo y su proceder, ni a sus colaboradores. Salvo que alguno, que podría suceder, se le adelante y decida irse del equipo de gobierno… ¿Nada hay que cambiar, modificar, matizar, señor Rajoy, después de tan horrorosos resultados? Pues, parece que no, que nada. Que todo seguirá igual de aquí a noviembre, o cuando él mismo considere más conveniente convocar de nuevo a las urnas. Pero, para entonces, con toda probabilidad, habrá dejado de contar con una porción grande de los resortes de poder de que disponía hasta ahora, y que ha perdido en estos comicios de mayo. Ha perdido el ayuntamiento de Madrid, que pasa a una reverenda jubilada con sentido del humor y ganas de cambiar el mundo, ha perdido las autonomías de Valencia, de Baleares, de Extremadura, de Aragón, de Castilla la Mancha… Pues bien, Rajoy ni siquiera se plantea la posibilidad de renunciar a ser candidatos. Sigue pensando que él es el mejor, quien mejores condiciones reúne para volver a ganar, aunque muchos datos e impresiones le advierten de lo contrario. Pero su fe en sus propias capacidades lo ciegan. Ya es sabido, que Dios ciega a quien quiere perder… Otra sorpresa mayúscula la ha proporcionado la lideresa Aguirre. Doña Esperanza ha visto cómo los madrileños le han vuelto la espalda. Ya no es, ni mucho menos, la más votada de su tiempo, como lo fue en otras circunstancias. Ahora, hasta una novata como Cristina Cifuentes le ha sobrepasado, y ha dejado el ridículo. Y, sobre todo, la ha vencido su gran competidora en estas elecciones, la también como ella jubilada Manuela Carmena. No se sabe bien cuál de las dos derrotas lleva peor. Las dos le causan dolor intensos de cabeza… Pues bien, frente a estas condiciones adversas, y en una reacción de último recurso, Aguirre tiene la ocurrencia de pretender que le hagan caso vencedores y vencidos, y que en lugar de Manuela Carmona, y para evitar sus modos y maneras de nueva alcaldesa, propone que ella misma se siente en el sillón que tanto deseaba, con el apoyo de los socialistas. De ese modo, explica Aguirre, se habría evitado el gravísimo riesgo de que Carmona-Podemos ponga en riesgo, nada menos, al que el sistema democrático va a exponerse. Sus angustias personales y su fobia a Carmena le lleva a plantear una propuesta tan ridícula como irrealizable, fuera de toda lógica y realismo. En alguna medida, ABC secunda las preocupaciones de Aguirre: De Carmena van a depender siete mil millones de inversión. Bien, ¿y por qué hay que pensar que lo hará peor que la persona que fichó a López Viejo, Sepúlveda, Ignacio González, Granados, que quiso imponer a su propio presidente para Caja Madrid…? No termina de hacerse a la idea de que su oportunidad pasó de largo, y que debe empezar a mover piezas en otro sentido. Por ejemplo, en el sentido de buscar la puerta de salida y de dimisión de todas sus comparencias políticas, empezando por la presidencia del PP madrileño. ¿O se ha olvidado ya de su compromiso de irse de una vez también de este puesto de mando? Deja ya que otros orienten los pasos para el futuro… Ya estuvo bien de insinuaciones malévolas e interpretaciones perversas… por muy convencidas que estés de que el que venga detrás hará las cosas peor de lo que las ibas a hacer tú. Se te pasó la oportunidad para volver a equivocarte una vez más… JOSÉ CAVERO

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