sábado, 11 de octubre de 2014

Santamaría, la presidenta adjunta A sus muchos cargos y consideraciones, la vicepresidenta Sáenz de Santamaría acaba de añadir una responsabilidad nueva: presidir el comité de políticos y expertos que debe reconducir la crisis sanitaria del ébola, que en nuestro país ha tenido varios y sucesivos estallidos: el primero, la llegada a España, en viaje Terminal, de dos misioneros que fallecieron en el hospital Carlos III. Luego, la revelación de que una de las auxiliares de enfermería que atendieron a los doctores muertos, estaba, ella también, alcanzada por los mismos virus mortales. Y en tercer lugar, el estallido de cólera de la ciudadanía, al comprobar las sucesivas manifestaciones de incapacidad, desfachatez, falta de criterios…, de quienes están al frente de la gestión de la crisis. Como máxima demostración, las declaraciones el insensato y desautorizado consejero de sanidad de la comunidad de Madrid, cuya dimisión o destitución se ha pedido por sus propios correligionarios, por la oposición y los círculos sanitarios, por igual y con idéntica firmeza. El presidente de la comunidad de Madrid ha declarado que le llamó al orden, y se cree que se espera a que pase la crisis del Ebola para sustituirlo de sus competencias. Algo parecido le ha podido suceder a la propia ministra Mato, que esta vez se ha librado gracias al paraguas del mucho más insensato conejero madrileño. Pero la rueda de prensa de doña Ana fue otro canto a la insensatez, inoportunidad y mal estilo de una ministra que nunca debió serlo, y que Rajoy se empeña en mantener en su cargo contra viento y marea, del mismo modo que acogió en el PP a su exmarido, Jesús Sepúlveda, ex alcalde de Pozuelo, tras haberse comprobado las actuaciones miserables que efectuó con ocasión del Caso Gurtel. Pues bien, escuchado el clamor popular, y los gritos de una clase sanitaria que amenazaba con dejar sin servicio a los pacientes, por el maltrato de algunos de sus políticos, el Gobierno se ha puesto a la tarea de rectificar, y en esa tarea se encuentra. De entrada, la ministra Mato ha sido apartada y la dirección de la crisis sanitaria se ha trasladado a Santamaría, que parece la única capacitada para afrontar problemas en el seno del Gobierno. En segundo lugar, Rajoy e Ignacio González hicieron la visita de cortesía al Hospital Carlos III, para demostrar su afecto y gratitud a los sanitarios y a la propia enferma. En tercer lugar, se ha comenzado a modificar el protocolo o normativa básica de tratamiento de enfermos, presuntos enfermos o pacientes con riesgo o posibilidad de haber sido infectados por la enfermera Teresa Romero. Y no menor importante, el nuevo comité de crisis se hace cargo de la tarea de informar a los ciudadanos de la marcha de la crisis, y de hacerlo al menos dos veces cada día. Como se ve, en apenas dos días ha cambiado radicalmente la marcha de las cosas. Esperemos que sea para bien, y que la salud y el cuerpo de Teresa Romero no defraude las expectativas. Pero no estaría de más que Rajoy extrajera algunas conclusiones útiles: no se puede confiar en quien ya defraudó ampliamente en cometidos anteriores, o bien, no se puede ceder a una sola persona todas las tareas y responsabilidades del Estado: Santamaría se ocupa del ébola, de la consulta catalanista, de frenar la ley del aborto de Gallardón, de buscarle sustituto a Gallardón, de comprobar que planes de Gallardón se van, con él, al cesto de los papeles…, y así sucesivamente. ¿No hay otra `persona que Santamaría para repartir las responsabilidades que Rajoy no quiere asumir como propias? Le falta determinar la medicación más conveniente, y enfundarse el traje de sanitaria y visitar a los pacientes… El otro asunto del momento siguen siendo las tarjetas negras de los consejeros de Caja Madrid, Ahora ya se sabe el uso que tuvieron tales tarjetas, y aparece en su más cruda realidad la avidez de dinero y lujos, el abuso de funciones, la irresponsabilidad de “los jefes” que, sabiendo que la caja caminaba hacia la quiebra, cooperaron fervorosamente para aumentar esas cuentas lastimosas y dejar la Caja como “un solar desolado”. ¿Una multa, la devolución de lo robado, son suficientes penas para los así descalificados por su propia conducta? Que regrese Elpidio y juzgue conductas… JOSÉ CAVERO

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