viernes, 15 de abril de 2016

El consejo de ministros suele dar comienzo a las diez, o minutos antes, si todos los ministros han llegado al palacio presidencial. Este vienes era diferente: algunos ministros habían madrugado un poco más, y un ministro dejaba de serlo en los minutos anteriores al comienzo formal de la reunión de cada viernes. El ministro Soria, de Industria y Turismo,  que durante toda la semana ocupó espacio muy preferentes en lo medios de información por sus manifestaciones sobre Los Papeles de Panamá y participación en sociedades instaladas en  Panamá, finalmente, atendía a la invitación apenas sugeridas de su amigo Rajoy: Déjalo y vuélvete a las islas, José Manuel.  Venía  a decirle, casi sin palabras y con gesto serio, casi lloroso. Soria ha sido un colaborador intenso, activo, pero no leal. Le había fallado en su punto más delicado. La corrupción y las cuentas opacas…, y había forzado a que sus compañeros de Gobierno se solidarizaran ciegamente con él, y le manifestaran su pleno apoyo…  Y de hecho, ha sido una argumento para que el propio Rajoy haya vuelto a pensar en la conveniencia de su propia retirada de la política activa, arrastrado por la marea de la corrupción que h alcanzado en el PP niveles nunca vistos y jamás soportados. Una y otra vez, a los oídos de Rajoy han tenido que regresar las acusaciones que durante la campaña le arrojó su adversario Sánchez a la cara, en un debate televisivo durísimo:. Usted es un deshonesto, señor Rajoy. Usted no está capacitado para encabezar la necesaria regeneración de su partido ni de l vida política española.
De manera que Soria ahondaba definitivamente en esa crisis personal de Rajoy  y del PP, contra la que Rajoy se veía impotente y definitivamente superado. ¿Por dónde empezar, si hasta el alcalde de Granada ha pasado a engrosar la relación de tiznados por procedimiento de corrupción? ¿Qué ha fallado, qué está fallando para que todos sorprendan que ya no cabe una gota  más de esta pócima en el vaso de lo que una nación puede soportar… Las declaraciones incongruentes y a menudo contradictorias de José Manuel Soria habían llevado al propio Rajoy a una situación de paroxismo e histeria que pocos recordaban a su alrededor. Su secretario particular, Moragas, e hebía trasladado a entrevistarse con Soria y reclamarle declaraciones normales y definitivas, o bien, a abandonar el equipo ministerial. Soria no tenía nada que argumentar a su favor, y finalmente, cedió, finalmente,  a una presión que por días se había convertido en insoportable, como el propio Rajoy le recordaba uno y otro día.
Por si fuera poco, a caso Soria y al caso de Granada, se habían sumado en los mismos días los casos de Manos Limpias y de Ausbanc, el caso Mario Conde… ¿Quién más faltaba? ¿Qué podría expresar  el desaliento, el enfado, el enorme cabreo del presidente, cuando sólo faltaba una semana para que se procediera a una nueva sesión de investidura presidencial para la que ya no estaba preparado moralmente…? Ya nadie e podría cree que el PP había hecho todo lo que estaba en sus manos para atajar ese mal y esa marea negra del tsunami que desolaba todo a su paso…
Rajoy sentía que, tras la marcha de Soria, ya nada se oponía a las críticas directas a su persona y las reclamaciones de dimisión fulminantes y reiteradas por parte de Ciudadanos, PSOE y Podemos… incluso en su propio partido, el desnortado y confuso PP…
A Rajoy le siguen sonándole los oídos cada vez con más frecuencia: Vàyase, señor Rajoy. Se lo dicen Aznar, Aguirre, su propios ministros y los secretarios del partido,  la vicetodo Santamaría…, los dirigentes de los partidos alternativos y rivales… la opinión pública y la publicada, salvo el comisario Marhuenda…  España to es un clamor: váyase cuanto antes, señor Rajoy. No ha hecho usted nada contra la corrupción, que ha terminado por alcanzarle a usted mismo...

JOSÉ CAVERO

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