sábado, 15 de enero de 2011

LAS BALADRONADAS DE AZNAR, Y LA FUGA DE BEN ALÍ DESDE TÚNEZ

EL ESTALLIDO DE TÚNEZ Y LAS BALADRONADAS DE AZNAR.-
Define María Moliner baladronadas como bravatas o fanfarronadas, y eso es lo que expuso Aznar en León este jueves, en un indudable deseo de que su partido recupere, de una vez, el poder que perdió hace seis años, -camino de ocho- en la confrontación de Zapatero y Rajoy. Ahora, todas las encuestas anticipan que Rajoy lleva todas las de ganar, y Aznar no quiere ser ajeno a la eventual victoria de los suyos, y de ahí que haya procedido a descalificar todo lo que está en su mano, a quien le sucedió en la Moncloa, y a quien vino a demostrar, después de todo, que “su” candidato Rajoy no era el más adecuado y conveniente para que perdurase el mando del PP: Aznar sostiene que la España de Zapatero es decreciente, es insolvente, está intervenida de hecho y lo puede estar de derecho en cualquier momento. No pocos creen que Aznar, en estas baladronadas de jefe de la Oposición en funciones, no solo usurpa las funciones de Rajoy, sino que se salta todos los protocolos de respeto al país mismo, y coopera con quienes tienen por oficio falsear los mercados en beneficio propio. Si alguien que ha sido jefe del Gobierno sostiene ahora que su propio país es una ruina, pues posiblemente es que esté en la ruina…, podrían decir algunos de estos profesionales del cálculo, no obligados, como sí lo está Aznar, a la lealtad constitucional y de país.
Después de todo, por algo parecido –altísimo paro, inflación insoportable, deterioro del nivel de vida-, se han producido en Túnez disturbios históricos que se han llevado consigo al presidente de la República, nada menos, Ben Alí. Da la impresión de que a ciertos elementos de la Oposición les valdría cualquier atajo para regresar al poder, incluida, por supuesto, esa deslealtad constitucional y el “cuanto peor, mejor”. En ésas parecemos estar, justamente en un momento en el que Gobierno, sindicatos y patronal, de nuevos las tres patas, ponen en marcha la derrumbada mesa del diálogo social, que hace unos cuantos meses derribaron la torpeza de los interlocutores sociales Toxo, Méndez y Díaz Ferrán, cuando demostraron su incapacidad para llegara un mínimo acuerdo en materia de reforma del mercado laboral y de otras cuestiones sociales y sindicales pendientes. Ahora, Gobierno, sindicatos y “la nueva patronal”, se van a esforzar por reencauzar, según nos anuncian, aquellas viejas cuestiones pendientes, más la reforma de las pensiones, pese a las indudables diferencias que distancian a unos y a otros. Cómo no. Hay un riesgo severo: que el PP, partido opositor, se quede al margen de las negociaciones y del posible pacto, cuando ya sueña con el relevo de Zapatero, Rubalcaba, Blanco y los demás gobernantes. ¿Será soportable tamaña afrenta?
Por lo demás, en la diatriba general de Aznar aparece una cuestión que viene siendo planteada a menudo en los últimos tiempos, y que se llama “estado de las autonomías. A casi todos parecía que la superabundancia de cajas de ahorros no podía ser buena para el funcionamiento de al economía de una nación, y de parecida manera, parecer a muchos que no es posible un estado con 18 gobierno, 18 parlamentos, 18 defensores del pueblo, etc…La cuestión es cómo cortar ese gasto impresionante de funcionarios, altos cargos, instituciones múltiples. Y sobre todo, quién podría hacerlo, sin que pareciera una reforma profunda de la Constitución vigente. Hace unos pocos días, el diario ABC señalaba cómo “el desarrollo del Estado de las Autonomías se observa en la calle con una ceja levantada, con escepticismo y con la sensación de que se ha llegado demasiado lejos en la cesión de poder a las Comunidades”. Y abundaba en datos sobre el particular, en una gran encuesta que parece haber asumido como propia el expresidente Aznar. Este último barómetro del Instituto DYM publicado por el diario ABC. Llegaba ala conclusión de que lo que los ciudadanos quieren, sobre todo, es eficacia, y rechazan todo lo que signifique derroche. Por eso critican el exceso de descentralización cuando ésta va en dirección contraria. La oposición lo llama «racionalización» de las administraciones públicas, es decir, evitar duplicidad de competencias y repartir el poder de manera que sea más efectivo y beneficioso para los españoles. Los ciudadanos no se andan con eufemismos y creen de forma mayoritaria que el Gobierno de la Nación conserva un poder demasiado escaso en favor de las comunidades autónomas.
Bien, pero, ¿cómo es posible que Aznar, que durante ocho años gobernó la nación, y no hizo nada para afrontar ese problema, -al contrario, cooperó a que ese estado de las autonomías siguiera ampliándose y potenciándose- lo intente afrontar ahora desde la oposición? Era todo un espectáculo la cara de Dolores de Cospedal obligada a escuchar las baladronadas de Aznar. Claro que asombra el dato de que casi la mitad de los ciudadanos (el 46 por ciento) piensan que el porcentaje del gasto público que gestiona el Gobierno de España (un 20 por ciento, frente al 40 por ciento que gestionan las comunidades y a otro 40 por ciento que corresponde a la Seguridad Social y a los ayuntamientos), es claramente escaso y debería ser mayor. Y que el 30 por ciento lo ve adecuado y únicamente el 16 por ciento opina que es excesivo y que debería ser menor que el que ya tiene. Y que de cada 10 españoles, cuatro opinan que, en términos generales, el Gobierno de España conserva poco poder en relación con el que han conseguido las comunidades autónomas. Dos piensan al contrario, que tiene demasiado poder, mientras que tres se quedan en el punto medio y apuntan que mantiene el adecuado. Hay otro español, hasta llegar a esos 10, que no sabe o no contesta. La postura se radicaliza un poco más entre los votantes del PP, ya que el 50 por ciento cree que el Estado se ha quedado con poco poder y sólo el 17 por ciento lo califica de «adecuado». O sea, a estas alturas, empezamos a arrepentirnos de aquel invento llamado estado autonómico, con el que parecía que dejábamos resueltas las sempiternas reclamaciones de vascos, catalanes, gallegos, andaluces… , todos pidiendo más y más. ¿Qué dijo hace unos días el flamante Artur Más? Qué él quiere más, y más y mucho más…

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