sábado, 3 de enero de 2015

Los adanes de Rajoy No se sabe bien en que modo operan las vacaciones en el político, si consiguen relajarlo, o lo excitan y provocan contra el adversario Ahora, cuando regrese por Reyes, Rajoy nos demostrará lo uno y lo otro: si regresa amansado y tranquilo, o si vuelve aguerrido y belicoso. De momento, desde Pontevedra, ya ha lanzado su venablo contra quienes se creen “nuevos Adanes”, que piensan que el mundo comienzo con ellos, y que todo es nuevo con su llegada a cargos de responsabilidad. Se supone que se dirigía a Pablo Iglesias, o tal vez a Pedro Sánchez. O a ambos, los últimos en llegar a mandos de altura y con ánimo decidido para renovar al mismísimo líder máximo, el propio don Mariano. ¿Es posible un Adán, en nuestro tiempo? Adanes es posible que los haya, pero ya llegan muy sabidos sobre lo que pueden o no pueden hacer y desear. A poco que hayan leído crónicas “de antes”, saben de antemano lo que es posible y lo que no deja de ser mera y huera fantasía. Lo que siempre se llamó utopía. ¿Queda de eso? Algo quedará. Como para desear que, alguna vez, en lugar de seguir proporcionando dinero a bandos quebrados y defraudados hasta límites insospechados por sus propios gestores, se destinen esas importantes cantidades a presupuestos de educación, sanidad o necesidades sociales. Eso pudiera suceder alguna vez, tal si con anterioridad, esos malos gestores del dinero público pasan una larga temporada en cárceles y apartados de la función pública a la que nunca debieron dedicarse. Pero es lo que ha sucedido en los últimos años: Muchos millones antaño dedicados a sanidad y educación, fue preciso reencauzarlos al salvamento de Bankia y otras Cajas y bancos de trayectoria nefasta, tanto por sus malas inversiones, en el ladrillo, por ejemplo, como por el puro y durísimo latrocinio de quienes pensaron que el dinero que administraban era de propiedad exclusiva o para repartir entre amigos de la misma “carta”. Esas sí que han sido castas a extinguir. Y es evidente que las hubo. Estos últimos días se han divulgados algunos textos de los correos mantenidos por Blesa con algunos de sus colaboradores. Y a la vista de esos “altísimos secretos de Estado”, uno entiende que el tal Blesa se resistiera hasta donde pudo a que se hicieran públicos sus mensajes “personales”, alegando intimidad e imagen propia. Da risa, recordar ahora que Blesa se quejó, cuando un juez lo envió a la cárcel, de que ese benemérito juez lo había maltratado, se había propasado en el ejercicio de sus facultades de privar de libertad a los más golfos del lugar. Loor a aquel juez, retirado de la circulación por nunca se supo bien qué razones inconcretas. Los correos de Blesa, como sus actuaciones, debieron ser, desde el primer momento, públicos y publicados, para conocimiento general de hasta dónde puede llegar el abuso de un personajillo elevado a autoridad por el dedo de un político amigo y compañero de pupitre. Aznar tuvo dos errores mayúsculos con esa clase de amigos de pupitre: Villalonga, colocado en Telefónica, y Blesa, aupado a Caja Madrid en maldita sea la hora. El expresidente aún debe estar dándose cabezazos en cualquier pared de hormigón con los dos ruidosos desaciertos de su vida. Sin mencionar su entendimiento con Bush y Blair, que nos condujo a la guerra en Irak y otras tonterías que, desde .luego, lo tacharon de un plumazo de su absurda pretensión de haber sido “el mejor presidente que siempre tuvo España”. Ni por asomo… El más ruinoso, el más disparatado, el más pretencioso, el de colaboradores menos recomendables… A su santo, su “santa” Botella parece un dechado de virtudes. Mientras no se demuestre lo contrario. Es lo que tienen las hemerotecas y los archivos, que pronto pasan al dominio popular y todo llega a saberse. Hasta los correos del tal Blesa. JOSÉ CAVERO

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