sábado, 28 de marzo de 2015

La matanza de los Alpes Ni Susana Díaz, la vencedora, ni Rosa Díaz, la perdedora, están mereciendo las atenciones que pudieron imaginarse tras las elecciones andaluzas, porque un joven alemán de 27-28 años, llamado Andreas Lubitz, tuvo la pasmosa ocurrencia de estrellar el avión que pilotaba, con 150 pasajeros a bordo, sobre las cumbre de Los Tres Obispos, en los Alpes franceses. Las dos Díaz tendrán que esperar hasta verse de nuevo en la cúspide de las atenciones originadas en las urnas del domingo pasado. De momento, Lubitz, su `probable incapacidad mental para pilotar un avión, la aerolínea que lo contrató y le confió los mandos del costoso artilugio, se siguen llevando la palma de las atenciones, sin rival posible. Todos seguimos preguntándonos cómo es posible un accidente y tragedia de esas dimensiones, cómo fue posible que este individuo se quedara solo en la cabina y aprovechara el momento para estrellarse en Los Alpes, cómo fue posible que la compañía Lufthansa y su filial Germanswings se hubieran fiado de sus capacidades mentales disminuidas, cómo fue posible que los partes médicos de baja aparecieran, como clara incriminación, en la papelera de su casa… En fin, toda la sucesión de cuestiones que nos hemos hecho todos, y sobre todo, particularmente y con rabia añadida, los familiares de las víctimas de la tragedia aérea, o del asesinato múltiple, como ya parece más probable que debiera llamarse al suceso. Andreas Lubitz, a todas luces sin la suficiente capacidad de control de sí mismo, quedó en disposición de determinar la vida o la muerte de sus viajeros y del avión comercial que lis transportaba de Barcelona a Dusseldorf. Desde luego, cabe suponer que en la cabecera de la aerolínea se están viviendo ya situaciones de tormenta, porque no se puede admitir una sucesión de fallos de tal envergadura, y sobre todo, de tanta trascendencia mortífera. ¿Sobrevivirá Lufthansa a una tragedia como ésta? ¿Y, además de los pasajeros y del propio copiloto, quién más pagará “el pato” de toda esta serie de macabros traspiés? Desde luego, al lado de la tragedia de los Alpes, cualquier otro episodio, sobre todo los políticos, son anécdotas pasajeras y transitorias. Que Susana Díaz esté comprobando las dificultades de superar la moción de confianza, que tenga que vérselas ahora ante las condiciones que le imponen sus adversarios para proporcionar su voto o abstenerse, que deba decidir qué hacer, en unas pocas horas o días, es una minucia, comparado con las dimensiones de la tragedia alpina. Y algo parecido puede decirse de la otra Díaz y sus gravísimas cuitas y preocupaciones, que probablemente le están proporcionando muy malos sueños en los últimos días. ¿Sobrevivirá UPyD a esta gravisima crisis, se terminará fusionando con Ciudadanos, quedará reducida a unos pocos militantes supervivientes, tras la fuga que se viene produciendo, y por qué una fuerza resultó “santificada” y la otra demonizada en las mismas urnas, y sin aparentes razones de la una y de la otra? Todo eso se le profunda Rosa Díaz y algunos de sus, todavía, fieles acompañantes en la desgracia. No es menos la turbación y el caos que se ha originado en las filas de la izquierda-más allá de la izquierda, donde el ciudadano elector tendrá que decidir entre Podemos, Queremos y los restos de la Izquierda Unida que sobreviva, y que ha visto cómo tenía que elegir entre los varios líderes que se le planteaban: López Montero, la jueza Carmona, Tania Sánchez… Y a todo esto, en el PP empieza a comprobarse que la venta de la buena marcha de la economía –que vienen haciendo durante el último año y medio-, no es suficiente para ganar las urnas de mayo. Y que, a este paso, se quedarán con todos sus méritos, pero sin poderes regionales y locales. ¿Para eso hicimos tantos recortes dolorosísimos, al gusto de Merkel y la troika?, se preguntan en el PP. ¿Para que sólo unos pocos los empiecen a disfrutar, y la mayor parte siga poniéndolos bajo sospecha de acumulación de errores y disparates, sólo dignos de varapalos electorales? De momento, seguimos colgados de la historia del jovencito Lubitz, y de la frivolidad de una línea aérea teóricamente seria y responsable, que no supo, quiso o pudo evitar la tragedia… JOSÉ CAVERO

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