domingo, 22 de junio de 2014

Por dónde quiere ir los Reyes –“Magos” Pues ya tenemos unas primeras demostraciones de por dónde quiere ir, o por dónde ha empezado a ir el nuevo Rey Felipe VI: Ha reunido a un grupo numerosos de víctimas del terrorismo, y se ha enterado directamente de las quejas que plantean estos grupoide personas: María del Mar Blanco recordó los 300 asesinatos de ETA sin aclarar. Pillar Manjón pidió al Rey para que influya en traer de Marruecos a seis implicados en el 11-M. O sea, el Rey abrió los micrófonos al turno del “¿qué hay de lo mío, señor Rey nuevo? Como si el ministro del Interior, señor Fernández, allí presente, no sirviera para nada, que tal venzo lo sirva, a los efectos que desean las víctimas. Ya está, cumplido este trámite, los Reyes van a viajar en los días próximos a Cataluña, donde también hay puestas muchas esperanzas. También podríamos decir, “como si el Gobierno de la Nación no sirviera para nada”, y no escuchara lo que quiere decir, y le ha hecho un centenar de veces, don Arturo Mas. Pero una cosa esa decirlo a Rajoy y otra al novísimo Monarca, que “tiene poderes”. ¿O no los tiene? Pronto descubrirán que no tiene poderes, salvo el poder, y deber, de escuchar pacientemente, y de transmitir a quien corresponde las preocupaciones de los ciudadanos. ¿Y a los ciudadanos corrientes puándonos corresponderá hacerlos oír ante su Majestad? Posiblemente, nunca. La mayor parte de los millones de españoles jamás vieron de cerca. Y mucho menos llegaron a saluda al Rey Juan Carlos I pese a haberse mantenido 39 años en el cargo, y ser amable, educado, campechano, abierto a las preocupaciones de todos y de todas. Ni la Reina doña Sofía, también abierta a cualquier queja, reclamación o sugerencia. Pero es evidente que un Rey no es para eso. Aunque no se sepa bien para qué otra cosa puede ser. Posiblemente ahí comience el debate sobre la forma del Estado: ¿Quién, para qué, por qué? Con esas tres respuestas podríamos llenar el cuestionario completo de muchos cursos y másters. Lo cierto es que tenemos puestas en el Rey más aspiraciones de las que le corresponden. Revela una encuesta de El País que una amplia mayoría quiere que el Rey aliente el diálogo político. ¿Y eso qué es, y para qué sirve eso? Se cree y espera que el Rey pueda desempeñar un papel conciliador “en la encrespada vida política nacional”, se describe. Nada menos que el 91 por 100 de os encuestados considera urgente el logro de un consenso ante la crisis que vive el país, y el 75 por 100 apoya que el Rey convoque a los partidos y facilite un pacto de Estado ni ese diálogo no prosperase, como sucedió en la Transición. O sea, como cartas a los Reyes Magos… Algo parecido a lo que sucede con los nuevos Reyes empieza a pasar con los aspirantes a dirigir el PSOE, Madina en el nacional, e Iceta en el catalán. También hay puestas muchas esperanzas en lo que cada cual pueda conseguir, y pozas perspectivas de que logren algo. Tal es la condición humana: no termina de hacerse a la idea de que todo corresponde al esfuerzo personal, sin esperar nada más de nadie, y que incluso lo logrado de ese modo se le regateará y se le negará hasta en instancias judiciales. Luego llega la hora de la desilusión y del desengaño, como empieza a suceder a los jugadores, algunos por lo menos, de la Selección nacional, desengañados, tristes, desalentados, y deseosos de escapar cuanto antes del núcleo al que pertenecían y en el que, se supone, estuvieron entusiasmados y felices. Pero llegaron los malos tiempos, y esto ya no es lo que era. Hasta la soberbia cantidad de 820.000 euros que se les llegó a prometer si lo ganaban todo se ha deshinchado en unas cuentas horas, en dos encuentros deportivos, y ya nadie piense siquiera en ello. Salvo algún periodista malévolo, que calcula ahora para que pudieron haber servido tantas cantidades de euros, si en lugar de destinarse a deportistas bienaventurados y suertudos, pudieran haber llegado a satisfacer las necesidades más apremiantes de un Estado con crisis. Pero también fue todo un sueño, transformado en pesadilla insoportable. Hasta el bueno de Del Bosque empieza a tener rostro de desalmado… JOSÉ CAVERO

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